Él es un ángel del caos.
Ella es un caos.
Enamorarse de una mortal esta prohibido para un ángel. Era un pecado imperdonable-perder sus alas era el castigo-pero el no es un ángel cualquiera.
Salvar a un mortal de la muerte cuando su nombre ya está...
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No podía dejar de tocar mi mejilla. Trataba de guardar el calor que su beso había dejado en mi piel.
Una mortal acaba de robarme un beso, pensé.
Podía verla alejándose de mi entre la multitud de personas que estaban bailando. Le llamé por su nombre pero la música ahogaba el sonido de mi voz. Mi mano se encontraba levantada, como tratando de alcanzarla, pero aunque trataba—no podía alcanzarla
¿A dónde se dirigía?
¿La iba a volver a ver?
¿Por qué había despertado tan fervientemente mi interés?
Me sentí un poco mal al mentirle, pero, un ángel jamás debe revelar su nombre a un mortal. En el pasado, muchos habían obligado a ángeles hacer cosas que no debían. Y aunque dudaba que Yennifer me hiciera daño, no correría el riesgo de que alguien se enterará de mi nombre.
Mi curiosidad era tan grande que no me había percatado estar caminando detrás de ella hasta verla subir a un pequeño coche rojo que estaba estacionado en una esquina.
El mismo coche con el que casi me estrello al volar aquí. Nunca me había ocurrido algo así, yo creaba el caos—nunca me ocurría a mí.
El motor del coche se encendió y Yennifer huyó del lugar.
¿Tenía miedo de mí?
Definitivamente no era por mi apariencia, negué con la cabeza. Padre nos había creado a la perfección. Toqué mi rostro al ver mi reflejo en una ventana del club. Sabía que era bien parecido, mis hermanos nunca se cansaban de decírmelo...pero, ¿Entonces por qué ella escapó? Tal vez tendría miedo de mi reacción al robarme el beso, si, eso debía ser.
—¿Qué esperas? Ve detrás de ella.—dijo Sofía con una sonrisa, mientras se alejaba a atender una llamada.
Le agradecí mientras contemplaba mis opciones. No podía dejar de crear caos, era mi deber. Pero tampoco podía dejarla ir.
Al ver el coche doblar la esquina y perderse de mi el temor de no volver a verla me envolvió en un segundo, tanto que decidí seguirla. No pretendía volver a hablarle, simplemente quería verla llegar a su destino a salvo. Eso era todo.
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El frío viento de la noche acariciaba mis alas, volaba discretamente cerca el coche de Jennifer, podía observarla cantando felizmente mientras conducía cuando lo sentí. Era fácil encontrar a las personas—lo difícil era crear alguna forma de sufrimiento o tragedia.
El llamado del caos llegaba a mí en forma de pensamiento, y en ocasiones en sentimientos. Un dolor en el pecho se extendía por todo mi cuerpo hasta no poder moverme.
Tenía que ocurrir. Una tragedia. Tuve que alejarme de ella y seguir mi instinto, después buscaría la forma de encontrarla.
Más adelante había un coche gris—un universitario de unos veintitrés o veinticuatro años iba manejando tranquilamente con la música a todo volumen.
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El ángel guardián del joven, mi hermano en Dios, Dazanael, le dio un beso en la mejilla, me miró fijamente y después abandonó el coche.
Mis hermanos al verme llegar se despiden de sus mortales, sobretodo cuando Azrael también estaba involucrado. El joven iba a morir en el accidente. Un ángel guardián nunca debía ver la muerte de su mortal, era algo tan cruel. Después de pasar años salvaguardando por su bienestar, muchos se encariñaban tanto con sus humanos que después de reprochaban.
—Son mandas de Padre.— Era lo único que podía decirles.
Tomé el asiento que Dazanael había abandonado, puse mi mano delicadamente sobre la suya y todo sucedió en un instante.
—Siempre has querido hacerlo. No hay nadie con quién puedas chocar. Tienes la calle para ti solo. Puedas hacer unas donas increíbles con esta lluvia. Derrapar es más fácil con el suelo mojado.—le sugerí.
Mi voz llegaba en forma de pensamientos en las cabezas de los mortales.
Podía ver en su rostro como mi voz hacía ecos en su cabeza, al tocarlo pudo saberlo todo sobre él. Se llamaba Rodrigo, tenía cabello rizado, ojos cafés, era muy joven. Tenía una vida entera por delante. Era hijo único y su padre acababa de fallecer unos meses atrás. Estaba muy afligido. Siempre recuerdo el caos que causo, y sabía quien era su padre. Tuvo una muerte tranquila, pero su último pensamiento fue sobre Rodrigo.