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El futuro tras la gran crisis del Covid 19

La pandemia agita el orden global y lanza al mundo a una era de incertidumbre

Pintura de una Gioconda con un móvil y una mascarilla, obra del grafitero TV Boy.

"Los momentos filosóficamente más interesantes suelen ser, por desgracia, trágicos para muchos". La frase es de Daniel Innerarity, tan preocupado por la crisis del coronavirus como afanado en el pensamiento, en la imaginación, en la búsqueda de lecciones, salidas y propuestas para las múltiples encrucijadas que ahora se despliegan ante la humanidad en una de sus horas más graves. Junto a filósofos como Innerarity, pero también con la ayuda de economistas, sociólogos, politólogos y periodistas, infoLibre ofrece pistas sobre la era de incertidumbre que encara el mundo, empujado hacia lo desconocido por el Covid 19.

La tentación autoritaria

El coronavirus "ha acelerado el curso de la historia, que ya iba acelerada y que ahora, con el capitalismo colapsado, amenaza con una disrupción de consecuencias que hoy no podemos prever", señala el historiador, arqueólogo y paleontólogo Eudald Carbonell. "Esta crisis –añade el también director de los yacimientos de la sierra de Atapuerca, autor de diversos ensayos sobre el futuro de la humanidad– ha puesto el mundo ante el espejo. Y no nos gusta nada lo que vemos". ¿Y qué vemos? A su juicio, vemos un orden vigente incapaz de responder a los desafíos planetarios, ni al cambio climático ni al coronavirus. Ni a los retos que vendrán. Carbonell cree que la única salida es un orden racional alternativo al capitalismo, que "se ha desarrollado de forma evolutiva y aleatoria, aunque haya analfabetos como Sarkozy que digan que hay que refundarlo". "¿Cómo vas a refundar algo que no fue fundado?", se pregunta. Carbonell defiende "un orden fundado" sobre bases racionales que tenga alcance global. Y –aunque no confunde la realidad con sus deseos– cree que la actual crisis puede catalizar iniciativas en esa dirección.

Con la humanidad en búsqueda de respuestas, aparece China, que reclama para sí la condición de ser ya ese orden racional de eficacia demostrada. "China se presenta como una solución últil, sencilla, fácil. Pero en sociedades como las europeas, su centralización vertical es una mala idea", afirma Carbonell. También advierte de que la fórmula es antigua. "Cuando hay miseria y miedo en las clases populares, que pierden poder, llega el mensaje: 'Orden'". Un "orden", puntualiza Carbonell, prometido tanto por la dictadura china como por el autoritarismo nacionalista y reaccionario de Trump en Estados Unidos o Bolsonaro en Brasil. Un "orden" que suele reclamar severas restricciones de la libertad en el altar de una supuesta seguridad. Carbonell señala que, hasta la fecha, el ser humano ha sido incapaz de desarrollar una "conciencia crítica de especie", noción que constituye un eje de su propuesta intelectual. Sin esta noción de la humanidad como gran comunidad de miembros internectados, se puede imponer, a juicio de Carbonell, una visión del mundo basada en el egoísimo y la simplicación que deja pista libre a los profetas del descontento, que son al mismo tiempo los mesías de la restauración del orden. Ese es un gran riesgo, señala, al que se enfrenta el mundo.

El filósofo Innerarity llega a la misma alerta –el peligro de una rendición masiva a los pies del autoritarismo– aunque por un camino algo diferente. "Nos enfrentamos a futuros cada vez más desconocidos y enigmáticos, que exigen habilidades que hoy no tenemos", afirma. El coronavirus reafirma una tendencia: las crisis no van a ser hitos o sobresaltos entre continuos de estabilidad. El propio curso de la historia va a adquirir formato de crisis. A juicio de Innerarity, "la movilización vertical, jerárquica, va a ser muy poco eficaz" en esta era de desafío permanente. "Puede ser muy gratificante para la población que detrás de los ministros, en las ruedas de prensa de estos días, estén los militares. Y que se despliegue la UME. Pero ni se trata ni se va a tratar de eso. Hay que movilizar el conocimiento", señala.

Innerarity advierte: frente a la uniformidad expeditiva de la respuesta china, en las sociedades occidentales, como la española, cuando pase este periodo de unidad circunstancial derivada de la tragedia, emergerán las discrepancias, propias de los ecosistmas plurales. Se resquebrajarán consensos. "La amenaza es la tentanción de ese autoritarismo benevelonte, que ahora se observa en esa versión china, con imagen de eficacia ganada gracias a que no pierden el tiempo con formalidades democráticas y atención a derechos humanos", señala el filósofo. Ante esto, Innerarity reivindica una democracia que sepa defender el valor de lo "complejo" y al mismo tiempo se comporte con "eficacia", siendo capaz de "resolver problemas". De lo contrario, advierte, la "tentación" de soluciones autoritarias será "irresistible".

China progresa, EEUU se repliega, Europa sufre

La guerra EEUU-China viene de atrás. La inicial hegemonía norteamiercana en los campos tecnológico y financiero dejó vía libre a China para hacerse con el liderazgo en el campo productivo. Y la ha aprovechado, a base de planificación férrea y mano de obra sin derechos. Pero China no se ha dado por satisfecha con un papel complementario. Poco a poco ha ido comiendo terreno a la superpotencia occidental, incluso en el campo científico y tecnológico. Pedro Baños, experto en geoestrategia y relaciones internacionales, ve en el coronavirus un acelerador del asalto chino al poder, con efervescencia propagandística incluida.

El gigante asiático, observa Baños, viene a decirle al mundo ahora que "para funcionar necesitamos un sistema más autoritario, más firme, dedicado no tanto a la política como a pensar en un futuro mejor". "El mensaje de China es: 'Hemos sacado a 600 millones de personas de la pobreza, construimos rápido y bien, ya no hacemos sólo baratijas sino que somos punteros en tecnología, y no nos perdemos en debates sin sentido'", señala Baños, que indica cómo este modelo se hace tentador para líderes en todo el mundo, sobre todo en África y en Latinoamérica.

Baños inserta los movimientos chinos en la crisis del coronavirus en el largo desarrollo de la estrategia de conquista del liderazgo mundial impulsada por Den Xiaoping. Es una batalla que se libra en todos los frentes: el comercial, el cultural, el político... Y el propagandístico. Ahí tenemos que insertar el intento de Trump de estigmatizar a su rival, hablando de "virus chino" o hasta de "kung flu", o la respuesta china de construir un hospital o toda velocidad o buscar repercusión mundial a sus avances en pos de la vacuna. El quid de los gestos de ayuda china a Europa también reside ahí. "China intenta buscar nuevas alianzas y mercados en Europa, justo mientras Estados Unidos le da la espalda", señala Baños. Mientras tanto, contrasta Baños, los "miniplanes europeos" se pierden en la "lentitud burocrática". No sería raro que poco a poco surgiera una fascinación europea por lo chino.

¿Saldrá ganadora China de esta crisis? Numerosos artículos de prensa económica y think tanks internacionales coinciden estos días en pronosticar un incremento de la importancia de sus rutas comerciales y una ampliación de su gama de aliados. El politólogo Eduardo Bayón no tiene dudas: "El gigante asiático, tras convertirse en una potencia gracias a la globalización que generó la descentralización de las empresas occidentales, ambiciona ocupar el mercado occidental con sus empresas y convertir su influencia en hegemónica", señala en un artículo en Debate 21.

Eso sí, EEUU aún conserva muchas fortalezas, como subraya Baños. En el sector financiero va por delante y su musculatura científica y militar no tiene parangón. Además, todos los análisis apuntan a que esta crisis abultará aún más las cuentas y el poder de las big techs estadounidenses "Si un sector va a salir reforzado de la cuarentena, ese será el de la economía digital. Amazon, Google, Whastapp [propiedad de Facebook], las firmas de redes sociales, las empresas de telecomunicaciones y plataformas como Netflix, entre otras, serán claras beneficiadas, y más aún con la cantidad de datos que van a poder recoger", escribe Esteban Hernández en El Confidencial. Pero también ahí China puede dar la batalla. Como señala Baños, uno de los efectos de la crisis va a ser la consolidación del teletrabajo y, con él, de la urgencia de desarrollar el 5G, lo que da a China "una oportunidad de oro de imponerse en Europa" poniéndolo antes a precios más bajos.

De modo que al ascenso de China, una dictadura obsesionada con el control de la población, se suma una cada vez más incontestable omnipotencia de los gigantes digitales, maquinarias casi perfectas de recopilación de datos. El coronavirus precipita al mundo a una pinza entre especialistas políticos y tecnológicos en el control social.

¿Y la vieja Europa? ¿Qué pinta en todo esto? "Va a perder influencia", pronostica Baños, que identifica un hilo conductor que une Lehman Brothers y Wuhan, a saber, la condición de víctima de Europa. La crisis de las hipotecas subprime nació en Estados Unidos, pero Estados Unidos salió antes que Europa. La crisis del coronavirus nació en China, pero China ya ha salido y Europa se adentra ahora en su fase más aguda, sin una respuesta unitaria y con sus costuras tensionadas por el euroescepticismo de ultraderecha y el deterioro de los Estados del bienestar.

No parece que la bandera de las 12 estrellas amarillas vaya a ondear con fuerza en el mundo post-coronavirus.

sistemas del futuro

¿Cómo determinará el coronavirus los sistemas político-económicos del futuro? Según las opiniones recabadas, el Estado debería ganar peso. Pero no está tan claro que lo haga la democracia. Veamos.

"El capitalismo muta una y otra vez, pero muta mal. Hay que hacer una organización lógica y racional", reflexiona el científico Carbonell, partidario de parar máquinas, pensar un modelo, diseñarlo y aplicarlo. A su juicio, la evidencia de que todo nuestro sistema es tan vulnerable que un virus es capaz de neutralizarlo debería servir de acicate para una respuesta racionalista articulada desde el Estado, aunque no se hace excesivas ilusiones. También la politóloga y socióloga Cristina Monge ha señalado en infoLibre [ver aquí] cómo esta crisis da la oportunidad al Estado de reivindicar su utilidad actuando "de forma decidida para evitar mayor desigualdad". Coincide el politólogo Eduardo Bayón. La crisis del coronavirus, apunta, "evidencia que sólo la colectividad reflejada en el Estado es capaz de sacarnos de esta". Es una idea que destacan hoy multitud de análisis.

Lo seguro, como Bayón destaca, es que la pandemia ha desvelado las serias "contradicciones" de los "postulados neoliberales" y los "dogmas desregularizadores". Ahora incluso la derecha es intervencionista y partidaria del gasto público. Bien, pero, ¿significa algo por sí mismo el revés sufrido por la idea de que el mercado lo regula todo por sí mismo? ¿Podemos dar por doblegadas las tesis neoliberales? ¿Ha quedado allanado por el coronavirus el camino hacia alguna nueva forma de comunitarismo? Está por ver cómo serán los gobiernos en la era post-Covid 19. Quizás los regímenes del futuro, como han alertado en sus ensayos autores como Yascha Mounk y Steven Levitsk, se alternen entre "democracias sin derechos", donde las garantías quedan arrolladas por un plebiscitarismo entronizador del líder, y "derechos sin democracia", donde los tecnócratas se encastillan tras los gruesos muros de unas instituciones cada vez más protegidas de la voluntad popular.

Volvemos a Innerarity, que no se resigna a que el cuestionamiento del paradigma neoliberal tenga que aparejar a su vez un cuestionamiento de la propia democracia. A juicio del filósofo, el Estado tiene que volver a ofrecer certidumbre y orden, pero bajo el paraguas del derecho. Y eso obliga a una reinvención. Es decir, las viejas fórmulas –opina Innerarity– ya no son suficientes. "La protección que se ha anunciado [los famosos 200.000 millones "movilizados", por ejemplo] no van a solucionar las cosas por sí solos. Tenemos que desarrollar nuevos sistemas de protección y fortalecer el sistema del bienestar. El incremento del gasto público sin más, sin estrategias más complejas, será de poca utilidad", afirma.

La forma de organización que salga de toda esta crisis, afirma Innerarity, debe ser capaz de "prevenir alertas", actuar con "inteligencia organizativa", establecer mecanismos de "cooperación internacional". Suena ambicioso. Pero la alternativa es fiar la salida de la crisis a las políticas de fuerza y al desarrollo de un nuevo –e incierto– estadío capitalista. Como ha reseñado el periodista Romaric Godin en Mediapart citando a historiadores como Walter Scheidel, es improbable que la pandemia por sí sola provoque, como ocurría siglos atrás después de las grandes epidemias, una posterior redistribución de la riqueza. El coronavirus difícilmente traerá equidad bajo el brazo. A diferencia de lo acontecido tras las pestes de los siglo II, XIV y XVI, que desequilibraron por su propia inercia la relación entre capital y trabajo a favor de este, ahora "el capital está más diversificado, es menos tangible y la mano de obra es más móvil", con lo que es más difícil que se produzca ese reequilibrio, sólo posible con una intervención política decidida, escribe Godin.

En la disyuntiva Estado-mercado, esta vez habrá menos margen para confiar en la intuición organizativa de la libre competencia.

Fronteras internas y externas

Es tal la "gravedad" de la situación sanitaria que al economista Ignacio Conde-Ruiz le parece "frívolo" pensar en cómo podrá cambiar la economía. Pero finalmente accede a hacer proyecciones. Se perderá, afirma, el "miedo al teletrabajo", que Conde-Ruiz –coautor de La transformación digital de la economía– considera positivo para la productividad y la eficiencia. El impulso del trabajo telemático mejorará, considera Conde-Ruiz, la formación y la atención sanitaria, entre otras muchas actividades. La crisis también precipitará cambios a favor del comercio online, un sector en el que los gigantes que hoy dominan el mercado irán encontrando mayor competencia en la escala local.

Hay consenso en la idea de que economía digital va a salir reforzada de la crisis. ¿No es paradójico? Como señala Cristina Monge, "lo disruptivo del virus ha generado también una enmienda a la totalidad al tecnooptimismo, que ha saltado por los aires mostrando a las claras su debilidad". Pero, al mismo tiempo que queda claro que la complejidad tecnológica no nos hace inexpugnables, nos vemos obligados confinarnos en casa y a dirigir nuestros hábitos a la pantalla y el clic.

Sobre el riesgo de aislamiento que esto conlleva habla Gaia Redaelli, arquitecta italiana afincada en Córdoba, especialista en diseño de ciudad y arquitectura urbana. "Ahora mismo sólo tenemos el espacio público virtual, no el real. Esto nos puede recordar lo hermoso ese espacio público del que habla Richard Senett, que hace coincidir en igualdad a ricos y pobres", señala. El riesgo, añade, es que la crisis aplane la ancestral inercia mediterránea hacia la calle, la plaza, el contacto y el abrazo. "Cuando podamos, debemos salir de nuestro encierro para ejercer nuestro derecho a la ciudad. Pero es posible que se nos intente mantener en casa, porque así es más fácil el control social", explica. Citando a Zygmunt Bauman, Redaelli recuerda que las ciudades tienen algo de "vertedero de los problemas globales", por lo que es en el ámbito urbano donde se va a expresar con más intensidad la tensión entre libertad y seguridad, entre repliegue identitario nacionalista y apertura plural e integradora. "La nación no está dando y yo creo que no va a dar solución a los problemas porque no representa lo social, la cercanía, la proximidad. Esta crisis nos demuestra claramente que somos una sola humanidad".

La actual situación, señala esta arquitecta, ofrece un incentivo para replantear unos sistemas urbanos monopolizados por el turismo y ecológicamente insostenibles. En el antropólogo José Mansilla, estudioso del fenómeno de la vivienda y especialmente del alquiler turístico, encontramos más pesimismo. "Los fenómenos que ya se están dando se van a radicalizar. No hay pensada ninguna alternativa al turismo", señala, pensando fundamentalmente en el ejemplo que mejor conoce, Barcelona. Si de verdad sale fortalecida la economía digital, aparejará una distribución de la riqueza menos justa y una ordenación económica más insostenible, a juicio de Mansilla. "Puede haber una nueva vuelta de tuerca contra el comercio tradicional y de proximidad. Si no hay una contestación regulatoria fuerte, veo más falsos autónomos en empresas tipo Amazon, Deliveroo o Glovo y las que surjan", señala este antropólogo, que cree que la promoción del teletrabajo lleva el gato encerrado de una mayor "autoexplotación".

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Medios de confianza, lectores comprometidos

El periodista y consultor Juan Carlos Blanco, atento observador de la evolución de los contenidos y el modelo de negocio de los medios, utiliza un verbo que aparece con frecuencia en las conversaciones para este artículo: "acelerar". La crisis del Covid 19 "acelera" tendencias que ya venían de atrás, como el "desplome de la prensa de papel" y la "caída de la inversión publicitaria", cada vez más controlada por Google y Facebook, "a la espera de Amazon". No obstante, también esta crisis demuestra a las claras dónde reside el futuro del oficio, a juicio de Blanco. "Los medios van a tener un papel de valor refugio frente a la segunda gran pandemia que vemos estos días, la pandemia de la desinformación. La circulación masiva de noticias falsas provoca que muchos necesiten refugiarse en marcas que aportan e inspiran confianza", explica.

"Las marcas capaces de aportar confianza y credibilidad sobrevivirán al desplome de la industria tradicional, pero sólo siendo útiles a la comunidad y reivindicando su papel como refugio ante las toneladas de inmundicia que cada día nos caen de todas partes", recalca el exdirector de El Correo de Andalucía, que también apunta el dedo hacia dos fenómenos más: uno, la revalorización de la información local y de proximidad; y dos, el surgimiento, con esta nueva crisis publicitaria, de un nuevo incentivo para el viraje de los medios hacia modelos no basados únicamente en los anuncios. La "suscripción" y la "creación de comunidad" apoyada en lectores "comprometidos" van a ganar en importancia, concluye.

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