Congreso Life Hábitat 20

Los grandes congresos como este #LifeHabitat20 que acaba de terminar en #Valladolid tras una exitosa primera edición, cuentan con unas elaboradas conclusiones que se irán publicando en unos días tras la resaca emocional que supone un evento de estas características. Y mientras llegan, imagino que cada asistente saca las suyas propias, según su actividad, su perspectiva y sus expectativas. Las mías son quizá más reflexiones que conclusiones. Desde una perspectiva muy personal. Porque es dentro de cada uno/a de nosotros/as que está el interruptor para el motor del cambio.

Un encuentro donde profesionales de muy diversos ámbitos de la salud, de la administración pública, de la arquitectura e ingeniería o incluso de la innovación tecnológica nos hemos sentado a escuchar y debatir con un formato dinámico y una perspectiva transversal la humanización de la arquitectura y los procesos y actividades que en ella y con ella se desarrollan.

Integral, transversal, holístico, saludable, sostenible, humano. Que las palabras no se queden vacías y que se nutran y complementen entre sí. Con intención. Con acción. Es bonito e inspirador debatir y escuchar debatir con pasión por el campo en el que se trabaja, pero tanto o más importante es no quedarnos sólo en la reflexión y pasar a la acción. Y que los proyectos no sean sólo palabras, sino que sean reales. Que humanicemos la arquitectura haciendo arquitectura. Proyectos como la escuela “Imagine Montessori School” que presentó Alfons Ventura, donde cualquiera soñaría con volver a ir a la escuela a sentir, a jugar, a aprender. O las salas de parto de Marta Parra, de Parra-Muller Arquitectura de Maternidades, que sacó mi parte más mamífera y emocional (gracias Marta, por normalizar y visibilizar) al recordar mis propios partos y mi propia experiencia. O cualquiera de las experiencias de humanización comentadas en esa mesa con Lorena Díez de Fundación Aladina, Belén Martín Santos, de la comisión hospitalaria de Humanización de los Cuidados Intensivos del Hospital Clínico de Valladolid o las reflexiones de Sergio Alarcón Sánchez sobre la calidad en los momentos más difíciles. Porque son proyectos de Vida. Reales. Y con Mayúsculas.

Durante el congreso, Alfredo Sanz, del Consejo General de Arquitectura Técnica de España (enhorabuena por vuestro premio, por cierto) nos instaba a abrir la ventana. Sí, a abrir la ventana a la salud, aunque sin dejar de mirar desde dentro, añadiría. Porque es ahí donde pasamos ese 80 – 90 incluso 100% del tiempo. Porque es “dentro” donde se encuentra una parte importante de la contaminación que condiciona nuestra salud y bienestar interior. Y también, porque es desde dentro de cada uno/a de nosotros/as donde nace la voluntad de cambio (de hábitos, de perspectiva, de prioridades) para el diseño, construcción, promoción y ocupación (no olvidemos también nuestra responsabilidad como usuarios/as de edificios) para promover una arquitectura saludable y con perspectiva humana.

Y sí, abramos la ventana mirando hacia el horizonte para no olvidar nuestra propia biología, nuestro elemento sincronizador que es la naturaleza, dejándola entrar y difuminando esas barreras entre el interior y el exterior. Y que entre la luz, la luz circadiana. La que regula el funcionamiento de nuestro sistema biológico. Y aprendamos de ella y su tecnología para reproducirla en el interior cuando la luz del astro rey no llega o no entra. Todo ello en silencio, o al menos, reduciendo decibelios. Porque sí, también condicionan, y mucho, nuestra salud.

Abramos la ventana, como si del pulmón de la vivienda se tratara. Si la envolvente es nuestra tercera piel (tras la epidermis y la vestimenta), las ventanas y el sistema de ventilación son los pulmones, vitales para la respiración del edificio. Y hagámoslo con eficiencia y eficacia, pensando en los kWh de pérdida de calor, sí, pero también en las renovaciones hora que necesitamos para el óptimo bienestar y evitar la contaminación interior. Y midamos, y pongamos números. Porque sí, sí que se mide la calidad del aire. Y en eso estamos trabajando en inBiot, para facilitar herramientas para la monitorización y mejora de la calidad del aire, porque esa información permite optimizar la ventilación en pro de la salud y la eficiencia, permite diagnósticos previos sobre el comportamiento de un edificio y de sus ocupantes y actuar para la mejora continua de la calidad de un espacio interior. De manera sencilla, para que la medición no sea una acción puntual y esporádica de un servicio de prevención ajeno. Porque lamentablemente, ventilamos menos de lo que deberíamos. Y esta información, nos la dan los datos.

Y apoyémonos si es necesario en los certificados que ayuden a darle voz a la salud, que cuantifiquen o califiquen los edificios hacia la salud, para que los estándares y las regulaciones no sean trabas administrativas, sino herramientas de cambio. Tal y como Paula Rivas, Bieito Silva o Patricia Fuertes explicaron desde su perspectiva y trabajo.

Y todo esto sin olvidar nuestra esencia biológica. La que tan bien se define, trabaja y actúa desde la baubiologie o biología del hábitat.

Porque la salud, la arquitectura, la sostenibilidad quizá sean como un gran iceberg moviéndose a la deriva, y cada uno/a veamos una punta diferente desde nuestro propio barco. Pero todas las miradas se juntan, todas las voces se unen. Es verdad, siempre hay margen de mejora, y para eso están foros como este y próximas ediciones que nos permiten sentarnos a hablar. Con mirada transversal. Con objetivo común.

Muchas gracias a todos/as los/as ponentes y muchas gracias a la organización por hacerlo posible.