Poderes absolutistas

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13 dic 2022 / 12:56 h - Actualizado: 13 dic 2022 / 12:58 h.
  • Poderes absolutistas

La Historia nos enseña que los poderes absolutistas acaban siempre enredados en una deriva paranoica, y es que, al perder la capacidad de distinguir entre el “pensamiento único” que los anima y la realidad, y abandonando las buenas maneras del diálogo, este tipo de poder se ahoga en su propia leche caducada, convirtiéndose en rehén de un pensamiento totalitario.

El autoritarismo, desde siempre, cuando se encierra en el calabozo de su propio ego, intenta reducir constantemente a todo el que piensa distinto, para dominarlo, diseccionarlo, manipularlo, acallarlo y, si es posible, destruirlo. El control se convierte en obsesión. Así se arraiga la intolerancia hacia todo lo que cambia, se mueve, habla, vive, hasta el punto de querer anular la vida simplemente porque ya no coincide con la propia ambición. Lo inquietante es que esta deriva paranoica del poder es capaz de crear una verdadera máquina de dominación propagandística que, aplicada a la sociedad, la reduce a material que puede ser utilizado a voluntad, solo para preservar los intereses de permanecer en el poder. De ahí la manipulación que los medios de comunicación sometidos, públicos y privados, ejercen a la hora de informar.

Lo que sucede es que, aunque sea transitoriamente, negar la realidad es en última instancia una operación insostenible destinada tarde o temprano al colapso, porque el poder paranoico es capaz de provocar solo grandes desastres.

Un ejemplo es Putin, que muy probablemente, después de haber silenciado y seguramente aniquilado todas las voces críticas internas, decidió iniciar una horrible invasión militar en Ucrania con el objetivo de anexionar por la fuerza a un país vecino. Con esta acción ha desatado un infierno del que a ciencia cierta él mismo ya no sabe cómo salir.

La situación en Irán no es muy diferente. Durante muchos años, el régimen teocrático iraní ha estado tratando de obligar a 85 millones de personas a usar “anteojeras” para que solo tuvieran una visión monolítica de la realidad. ¿Podrá durar esta situación por muchos años? Creo que no, porque la razón y la libertad no pueden ser pisoteadas eternamente. De todos modos y mientras tanto, para reprimir la insurrección de los que reclaman sólo un poco de libertad, el régimen de Khamenei no tiene reparos en recurrir al uso sistemático de la peor violencia.

La mala noticia, por tanto, es que cierta deriva paranoica del poder sigue estando muy presente en nuestros días. No hay que ir demasiado lejos para descubrirlo. Otro ejemplo. Decía recientemente Juan Luis Cebrián hablando de España: «Las reformas acordadas para reformar deprisa y corriendo nada menos que el Código Penal, sin diálogo con la oposición y en connivencia con los enemigos de la propia Constitución, ponen de relieve una vez más las tendencias autoritarias del poder”. Una prueba más de cómo un poder enfermo es capaz de cualquier cosa para poner una a una todas las instituciones a su servicio.

La buena noticia es que, cada vez más personas consideran estas actitudes grotescas, anacrónicas, inverosímiles y antidemocráticas. Simplemente porque la pretensión de querer controlar la realidad, cualquiera que sea su fundamento, es una actitud destinada únicamente a crear desastres y ruina.