Científicos en la Champions: tres investigadores de Asturias logran los contratos postdoctorales más competitivos del país

"Nos da estabilidad y nos acerca al sueño de ser profesores universitarios", celebran el sierense Pedro M. Quirós, el gijonés Manuel Plaza y la holandesa Alaa Adawy Mohamed Hassan, tras conseguir una ayuda Ramón y Cajal para la Universidad de Oviedo

Por la izquierda, Pedro Moral Quirós, Alaa Adawy Mohamed Hassan y Manuel Plaza Martínez, en el laboratorio de microscopía electrónica del edificio Severo Ochoa de la Universidad de Oviedo. | Luisma Murias

Por la izquierda, Pedro Moral Quirós, Alaa Adawy Mohamed Hassan y Manuel Plaza Martínez, en el laboratorio de microscopía electrónica del edificio Severo Ochoa de la Universidad de Oviedo. | Luisma Murias / M. G. Salas

Mónica G. Salas

Mónica G. Salas

La Universidad de Oviedo engorda su número de científicos jóvenes excelentes. El bioquímico sierense Pedro Moral Quirós, el químico gijonés Manuel Plaza Martínez y la biofísica holandesa Alaa Adawy Mohamed Hassan han sido los últimos en conseguir para Asturias uno de los 442 contratos postdoctorales Ramón y Cajal que el Ministerio sacó este año para toda España. Es el programa de ayudas de mayor prestigio nacional y tiene una dotación económica de 265.000 euros para cinco años. Con las nuevas incorporaciones –a partir del 1 de febrero–, la institución académica regional suma un total de once "Ramones y Cajales". Para Quirós, Martínez y Adawy el contrato supone ante todo "estabilidad" y acariciar "el sueño" de ser profesores académicos.

La beca Ramón y Cajal es el trampolín, dicen, para conseguir en el futuro una plaza de profesor titular y poder quedarse de forma definitiva en la Universidad de Oviedo. El camino recorrido hasta aquí no ha sido nada fácil. Por eso, Manuel Plaza confiesa que lloró de emoción cuando abrió el correo del Ministerio de Ciencia y Alaa Adawy saltó de la alegría. Fueron seleccionados entre miles de investigadores de todo el país, gracias a su currículum, publicaciones, internacionalización –debían acreditar al menos dos años de trayectoria postdoctoral en el extranjero– e independencia científica –es decir, tener línea de investigación propia.

Los tres creen que se puede hacer ciencia de primer nivel desde Asturias, pero apuntan: "Aquí cuesta el doble". "Hay excesiva burocracia y los recursos económicos son escasos. Ambas cosas machacan a la ciencia española", lamenta Pedro Moral Quirós. Manuel Plaza y Alaa Adawy lo corroboran. "Aquí tenemos que hacer también de secretarios y dedicar tiempo de la ciencia al papeleo. En Alemania, donde hice el postdoctorado, te ponen facilidades en todo. Yo diría que el 90% o más de los investigadores que deciden volver a España es por motivos personales, como fue mi caso", comenta Plaza. "Para hacer ciencia de alto nivel, hacen falta investigadores dedicados con ideas brillantes, instalaciones de última generación, cooperación científica (porque la era de los estudios de investigación de una sola persona ya pasó), y más inclusión y gratitud hacia cualquier pueblo que brinda su ayuda y menos egoísmo", opina Alaa, que agrega: "Desafortundamente, algunos de estos factores me cuestan un poco aquí".

De su vuelta al Principado, tanto el químico gijonés como el bioquímico sierense destacan "la falta de estudiantes de doctorado y de motivación científica". "Cuando me marché de aquí, los laboratorios de la Facultad de Química estaban llena de estudiantes. Ahora nos cuesta encontrarlos", admite Plaza. "Los jóvenes ven la carrera investigadora muy dura y ya no quieren dedicarse a esto. Yo trabajé y aprendí muchísimo, pero también me lo pasé muy bien. No lo cambio por nada", expresa Quirós. Alaa Adawy, que llegó por primera vez a Asturias en 2017, tras conseguir su marido, que es químico, una plaza de profesor en la Universidad de Oviedo, asegura también que le cuesta convencer a los estudiantes de grado para que den el salto a la carrera científica.

Las trayectorias

Pedro Moral Quirós, de 40 años y natural de Pola de Siero, aunque vecino de Oviedo, regresó hace dos años a Asturias con una ayuda nacional Miguel Servet. Estudió Bioquímica en la Universidad de Oviedo e hizo el doctorado con Carlos López Otín. A partir de ahí comenzó su incursión por el extranjero: dos años y medio en la Escuela Politécnica de Lausana (Suiza) y otros dos años y medio en Cambridge (Reino Unido). En la actualidad, investiga en el ISPA (Instituto de Investigación Sanitaria del Principado de Asturias), pero cuando firme el contrato Ramón y Cajal –las listas definitivas salieron el pasado día 19–, se incorporará al departamento de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Oviedo, en donde tiene opción a hacer carrera científica y académica.

Pedro Moral Quirós

Pedro Moral Quirós / Luisma Murias

Aunque dice que seguirá colaborando con el grupo de Otín –que ya no liderará el prestigioso científico, pues se jubiló el pasado día 15–, Quirós desarrollará una línea de investigación independiente de biomedicina computacional. "Soy bioinformático, colgué las pipetas hace años. Hago análisis masivos de genomas y de datos clínicos de pacientes sanos y enfermos en busca de las causas que generan la hematopoyesis clonal y enfermedades asociadas a ella", explica. La hematopoyesis clonal, detalla, "es un proceso fisiológico que se relaciona con el envejecimiento y que es el origen de leucemias y otras enfermedades, como las cardiovasculares". Este verano codirigió una investigación que consistió en el desarrollo de una nueva prueba para identificar a las personas con riesgo de sufrir leucemia mieloide aguda y otros tumores en la sangre años antes de que ocurran.

Manuel Plaza Martínez, gijonés de 32 años, hizo grado, máster y doctorado en Química en la Universidad de Oviedo. En 2019 hizo las maletas para realizar un postdoctorado en la Universidad Técnica de Múnich. Tres años después retornó a su tierra, gracias a un nuevo plan lanzado por la consejería de Ciencia para atraer talento: las ayudas Margarita Salas, que tenían como fecha de caducidad diciembre de 2023. "Se me acaba el contrato el día 31. Así que si no llego a conseguir una Ramón y Cajal me quedaba sin posibilidades de seguir en la Universidad, porque mi departamento está saturado de profesores y no había previsión de sacar plazas de ayudante doctor hasta dentro de cinco años", cuenta.

Manuel Plaza Martínez

Manuel Plaza Martínez / Luisma Murias

Por eso, confiesa, estos dos años en Asturias han sido de "autopresión" y por eso también lloró de la emoción cuando supo que era uno de los elegidos por el principal programa en España de excelencia investigadora joven. "Fui corriendo a ver a mi mentor, Carlos Valdés. Me temblaban las manos... Todos sabemos que cualquier ayuda que no sea la Ramón y Cajal es pan para hoy y hambre para mañana. Valoro especialmente el compromiso que tiene la Universidad de estabilizar todos los años a Ramones y Cajales", manifiesta.

Plaza pertenece al grupo de Química Orgánica, Sintética y Catálisis, aunque el gijonés ha abierto, desde su llegada en 2021, una línea de investigación propia de fotoquímica. "Es un tema candente a nivel internacional y un área muy joven. La Universidad no contaba con nadie con experiencia en ella. Consiste en el desarrollo de nuevas reacciones químicas iniciadas por luz visible", precisa. Son por lo general reacciones más eficientes, más rápidas y más respetuosas con el medio ambiente, que tienen aplicaciones en la industria farmacéutica para el desarrollo de nuevas moléculas y fármacos. Plaza ya piensa en el siguiente paso: intentar obtener una ayuda europea ERC Starting Grant. "Nadie lo ha conseguido hasta ahora en mi departamento y puede beneficiar mucho a la Universidad", apostilla.

Alaa Adawy Mohamed Hassan es de nacionalidad holandesa, aunque de "origen mixto". "Nací en Dammam, en Arabia Saudita, y obtuve mi educación escolar y universitaria en tres países diferentes: Arabia Saudita, Egipto y Países Bajos", menciona. Además de su todavía "no perfecto español", habla tres idiomas. En la Universidad asturiana aterrizó en 2017, tras conseguir su marido, Zakariae Amghouz, una plaza de profesor en el departamento de Ciencia de los Materiales e Ingeniería Metalúrgica. "Lo más importante es el equilibrio entre la vida privada y la carrera profesional. Quiero que mis hijas (Asya, de casi 6 años, y Aamena, de 4 meses) no se pierdan la presencia permanente de ninguno de sus padres", sostiene.

Alaa Adawy Mohamed Hassan

Alaa Adawy Mohamed Hassan / Luisma Murias

Alaa es biofísica y, antes de recalar en Oviedo, trabajó en tres universidades: la de Ain Shams, en Egipto, y las de Radboud y Groningen, en Países Bajos. "La biofísica es un campo científico vibrante donde científicos de muchos campos utilizan sus habilidades para explorar y desarrollar nuevas herramientas para comprender cómo funciona la biología y en definitiva la vida", describe. Gracias a ello, su trayectoria ha sido multidiciplinar. En la Universidad de Oviedo se encarga de operar y gestionar el laboratorio de microscopía electrónica de transmisión de alta resolución del edificio Severo Ochoa. Además, continúa con su línea de investigación, que fue lo que le llevó a solicitar un ayuda Ramón y Cajal.

"No conocí este programa hasta 2021 gracias a una investigadora, Lucía Álvarez Rodríguez. Desafortunadamente, ese año no llegué a tiempo para preparar una propuesta perfecta, así que decidí volver a intentarlo en 2022". Y lo logró. "Esta fue una lección importante: nunca dejes de intentarlo y tu turno llegará. Recuerdo que el 15 de septiembre de este año vi un mensaje de correo electrónico con las listas provisionales. Hice una búsqueda de palabras con el nombre de mi padre, Adawy, y terminé encontrando mi nombre. ¡El tercero en Ciencias Físicas! Empecé a saltar y rápidamente llamé a mi madre", rememora.

La investigación de Alaa se centra en la producción de "recubrimientos, cementos y materiales biocompatibles y antimicrobianos que puedan usarse para reemplazar tejidos blandos y duros". Esto tiene aplicación para los implantes, desde dientes a cadera. Aparte de ello, la joven biofísica realiza investigación a nivel más básico para conocer mejor la estructura de las proteínas y para eso se sirve del gigantesco microscopio del edificio Severo Ochoa. "Estas instalaciones son muy importantes para mis proyectos y, además, soy miembro del grupo Systam, lo que me permite acceder a los laboratorios de la Facultad de Química. Aunque oficialmente trabajaré con Pedro Gorria, director del departamento de Física", remata.

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