Cerros de colores, cóndores y ecos ancestrales en la Quebrada de Humahuaca

Serranías del Hornocal, una de las maravillas naturales más espectaculares de la Quebrada de Humahuaca. VIAJAR AHORA

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La Ruta 9 asciende desde San Salvador de Jujuy girando en curvas imposibles y enclaustrándose entre cerros que, poco a poco, van dejando atrás el verde de Las Yungas (bosques húmedos de las tierras bajas) y se van pelando dejando ver sus tripas multicolores. Es como pasar de un planeta a otro en apenas un par de decenas de kilómetros. Vamos por este camino ancestral dejando respirar al motor del coche que va notando la escalada a petardazos. Estamos en el último rincón de La Argentina . Una estrecha cortada entre montañas que culminan al norte con la frontera con Bolivia y, al oeste la imponente Cordillera de Los Andes, línea de frontera con la vecina Chile. Casi nada. Un lugar mágico de, durante milenios, sirvió de conexión entre el altiplano andino y las verdes pampas del sur.

Un lugar de importancia estratégica durante milenios que hoy, encerrado en sí mismo y aún desconocido por el turismo de masas, mantiene a la vez,la esencia indígena más pura del país y, paradójicamente, atesora los restos materiales y culturales más auténticos de la España que se fue hace ya dos siglos. Un lugar dónde los ritos ancestrales dedicados a la Pachamama se mezclan con el Carnaval importado desde Europa con la conquista; dónde las procesiones de Semana Santa pasan por los montículos de piedra dedicados a los antiguos dioses que moran en las cimas de las montañas; el único lugar de Argentina dónde aún subsisten festejos taurinos (incruentos eso sí) y en el que la cultura ancestral prehispánica es omnipresente. Una maravilla, vamos. Pura contradicción. Un lugar ideal para viajeros que sepan ver y escuchar. Un sitio donde puedes pasar de la algarabía de las fiestas al silencio en un par de kilómetros.

La Quebrada de Humahuaca es un enorme tajo que de, sur a norte, sube desde la llanura pampeana argentina al altiplano boliviano. Por eso fue pieza codiciada por el imperio incaico y, después, ruta imprescindible para sacar la plata de Potosí hacia el Puerto de Buenos Aires (como podemos ver en el sitio histórico de la Posta de Hornillos). Este carácter de vía de paso marcó el lugar y sus gentes. Espacio cosmopolita hasta que el flujo de riquezas bolivianas cesó con la independencia y la creación de nuevos países que fijó fronteras hasta ese momento inexistentes . Un hecho que ancló la comarca en el tiempo a modo de museo viviente. Algo que queda de manifiesto en sus pueblitos de casas de adobe y en sus fantásticas iglesias coloniales declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO por su importancia histórica y cultural.

Una historia que se remonta muchos miles de años atrás y que queda reflejada en pinturas y grabados rupestres, en pucarás (aldeas amuralladas preincaicas que se encuentran diseminados por toda la geografía quebradeña), en caminos, en la música, en la gastronomía, en las costumbres… Y todo enmarcado por una naturaleza parca en verde pero generosa en toda la paleta de colores. Desde el rojo intenso del Cerro de Las Señoritas de Uquía a los espectáculos geológicos caleidoscópicos del Cerro de los Siete Colores de Purmamarca o El Hornocal a escasos kilómetros del pueblo de Humahuaca. O el blanco infinito de Las Salinas Grandes, uno de los salares más grandes del mundo que sirve de recompensa a los que suben la alucinante Cuesta del Lipán en busca de los picos nevados de Los Andes.

Un mundo aparte que atrapó a artistas como el pintor Francisco Ramoneda, que llegó a Humahuaca para no irse más y que dejó una colección de pinturas que más que obras de arte parecen un estudio antropológico de la comarca ( Museo Francisco Ramoneda; Dirección: C/ Salta, 214; Tel: (+54) 038 8742 1066; Horario: L-D 10.30 – 13.00 y 15.30 – 19.00; E-mail: luisramoneda@arnet.com.ar). Legado aún vivo que se mantiene en lugares como Iruya y San Isidro, dos pueblecitos de la serranía dónde se puede experimentar el placer de ver a cientos de cóndores volviendo a sus buitreras antes de caer el sol; dónde se teje como hace milenios; dónde se come buenísima carne de llama y se escuchan viejas historias en las que los dioses de antes se mezclan con los de ahora. Por eso este es un lugar para viajeros y viajeras. Absténganse turistas al uso. Porque aquí se viene a aprender y aprehender. A experimentar. Sin prisas y, muchas veces, sin comodidades. Y quizás eso es lo que convierte a la experiencia en algo distinto, intenso y auténtico.

Una experiencia que aconseja la exploración detenida y paciente. Ir sin prisas y dedicarle el tiempo necesario ( nunca menos de una semana). Para permitirse el lujo de hacer caminatas largas (como las de La Graganta del Diablo, en Tilcara; Coctaca, desde Humahuaca o San Isidro, desde Iruya) y detenerse dónde a uno le plazca y cuanto le plazca. Y tratar de comprender losespectáculos multicolores de los cementerios (como el de Maimará) y admirar el trabajo de hombres y mujeres queconvirtieron el desierto en un vergel de huertas. Caminar pausadamente junto a una Caravana de Llamas disfrutando del paisaje a través de caminos que, durante miles de años, fueron trazados por los pies de hombres y mujeres que ya no están pero que perduran a través del respeto que les siguen brindando los que llegaron después. O disfrutar de cómo se pone el sol tras los cerros desde cualquier terraza de Tilcara. Todo eso y mucho más.

GUÍA DE LA QUEBRADA DE HUMAHUACA

PURMAMARCA, CUESTA EL LIPÁN, SALINAS GRANDES y RUTA 40

TILCARA, LA GARGANTA DEL DIABLO, MAIMARÁ, HUACALERA, JUEYA Y LA POSTA DE HORNILLOS

HUMAHUACA, COCTACA, UQUÍA Y EL NORTE DE LA QUEBRADA

IRUYA Y SAN ISIDRO

CÓMO LLEGAR Y MOVERSE POR LA QUEBRADA DE HUMAHUACA

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