Tener buena reputación genera confianza, atrae personas y valoriza la empresa. La reputación no se basa sólo en lo que la compañía dice, por ejemplo en su publicidad, sino que se construye a lo largo del tiempo en base a la experiencia que tienen las personas con sus productos o servicios, la interacción con sus trabajadores y por referencias de terceros.
Conforme al estudio de Ipsos Perú en mayo del 2020, el 77% de los compradores peruanos indican que la confianza en la marca es lo más importante, frente a 70% en Estados Unidos y 65% en Latinoamérica.
En un mundo competitivo, hiperconectado y complejo, la reputación es vital y debe gestionarse estratégicamente para lograr un posicionamiento deliberado en el mercado. Para ello, los empresarios tienen el desafío de entender el entorno para conectar con sus clientes, la opinión pública y otros grupos de interés.
Ya antes de la pandemia, teníamos señales de que el mundo estaba cambiando rápidamente, y estos cambios exigen a las empresas renovar su enfoque. A fines de 2019 se vivieron grandes protestas en Europa, Asia y en varios países de la región, incluyendo Chile lo cual fue una sorpresa. Las personas reclamaban eliminar desigualdades y nivelar oportunidades, cuestionando seriamente a las corporaciones.
De otro lado, los millennials y la generación Z, que ya son la mitad de la población mundial esperan que las empresas tengan un impacto positivo en la sociedad para ser clientes o trabajar en ellas. En 2019, el reporte anual de la encuesta de la consultora Deloitte en 42 países, a más de 18 000 jóvenes de ambas generaciones, reveló que se habían alcanzado los niveles más bajos de optimismo y confianza, y su opinión sobre las empresas continuaba deteriorándose. El 76% cree que las empresas sólo piensan en su propia agenda y el 64% que su única ambición es hacer dinero.
Podemos decir que estábamos en crisis antes de la COVID-19, y la pandemia nos dejará un mundo más frágil y más desigual. Afectará la economía, el empleo y el bienestar de las personas; y, como si fuera poco, se ha incrementado la percepción negativa sobre el sector empresarial, evidenciando los graves problemas del país desatendidos por décadas en salud y educación, en servicios básicos como agua y saneamiento, y la baja inclusión financiera.
En este contexto, se espera que las empresas generen un impacto positivo en la sociedad, se comporten de manera ética y sean auténticas, es decir, que lo que “dicen” lo demuestren en lo que “hacen”. No es una nueva tendencia, es una redefinición de los modelos de negocio para responder al nuevo entorno. Las empresas necesitan repensar su rol en la sociedad, definir su propósito y demostrarlo en el largo plazo. Hacer donaciones y desarrollar programas de responsabilidad social son conductas esperadas, pero ya no suficientes. Hablamos de un cambio en el ADN de la empresa, liderado por sus directivos.
Como empresarios tenemos el desafío de recuperar la confianza de la ciudadanía y la oportunidad de reconstruir un mejor futuro, sentando las bases de un nuevo contrato social. ¿Cuál es el Perú que quieres para tu empresa?
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