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Las grietas de nuestro sistema educativo

lunes, febrero 22, 2021
Aunque mejoremos el bienestar docente y estudiantil, no resolveremos el gran problema que ahora afecta a la educación (...). Hay que dar un paso atrás y mirar los grandes dilemas que nos incomodan en perspectiva
Tiempo de lectura: 4 minutos

Alrededor de dos minutos y medio duró una parte de la clase virtual de Farmacología, que los alumnos de octavo semestre de la Universidad Central del Ecuador experimentaron el 12 de enero pasado.

El profesor José Augusto D. interrumpió a una de sus alumnas para preguntarle por otra estudiante. Cuando la joven le respondió que su compañera no se había conectado para hacer el trabajo de grupo y le dijo “no nos colaboró”, el catedrático la increpó: “A ver y ¿por qué diablos no me avisan’, a ver ¿por qué no me dice ahorita que ella no está presente?” (…) “Bájeme la voz carajo, bájeme la voz guambra malcriada, aprenda a respetar, silencio bájeme la voz”. La estudiante dijo yo no le estoy (levantando la voz). Y el profesor universitario siguió con un tono de voz elevado: “Silencio, bájeme la voz, guambra majadera, si yo le dije que me exponga usted tenía que decirme doctor en los dos grupos que me menciona solo está presente una persona…”. El video con este episodio fue subido a redes sociales un día después. En respuesta a la actuación del docente, las autoridades de la Universidad, iniciaron un proceso investigativo.

Mirar este acontecimiento aisladamente, podría llevarnos a limitar la profundidad de lo sucedido, y podríamos dejar escapar las realidades subyacentes que este tipo de situaciones revelan. Me atrevo a plantear tres posibles reflexiones de este tema.

La primera tiene que ver con el proceso de enseñanza-aprendizaje y la forma como lo concebimos y como lo hemos heredado del sistema educativo. En la educación tradicional se entiende que un proceso de enseñanza-aprendizaje trae consigo un ejercicio de dominación, donde quien enseña tiene un poder -muchas veces hasta punitivo- sobre quienes aprenden. El rol del docente es entendido como la de un responsable de dotar de contenidos a otros sujetos que no los poseen o no pueden acceder a ellos. Es a lo que Paulo Freire llamó “la educación bancaria”. La recompensa que se da a cambio de esta obediencia seteada es la certificación (títulos, pases de año, aprobación de materias, etc.).

El problema de esta estructura es que descoloca del centro del proceso al elemento más importante del mismo: los seres humanos, los que aprenden y los que enseñan. Por el contrario, pone en el centro otras prioridades: los contenidos que cubrir, los tiempos que reportar, las calificaciones y certificaciones que otorgar, entre otras. Este sistema evidencia que nos interesa una persona tanto cuanto sea capaz de repetir lo que el docente diga. Si el docente dice que Cristóbal Colón descubrió América, la respuesta del estudiante es exactamente esa: Cristóbal Colón descubrió América. No importa si sabe por qué, basta con que repita lo que el docente dijo.

Con este escenario, es fácil encontrarse con docentes que aún sientan que el aula (virtual o física) es un lugar para la ostentación de ese poder que le ha sido otorgado por voluntades externas. Las condiciones lo facilitan. De hecho, casos como estos, con mayor o menor violencia, con mayor o menor visibilidad, ocurren permanentemente en las instituciones educativas. En todos los casos parten de la imposición de la autoridad del docente, y de la distinción entre el docente que está arriba, y los estudiantes allá abajo.

Desde una segunda interpretación, sin querer justificar la actitud del docente en absoluto, -de hecho, estoy abiertamente en contra de esa manifestación de descontrol-; se puede pensar en un tema que es poco atendido y sobre el que este evento debería darnos una señal de alerta. Hablo del bienestar docente, un tema muy poco tratado en el sistema educativo en todos los niveles.

El docente es tratado como una especie de máquina repartidora de contenidos, un “clasero”; dejando de lado el reconocimiento y valoración como sujeto capaz de crear, cuestionar, criticar, reinventar; con su propia historia, necesidades y emociones. Siento que es muy fácil que un docente pierde el control cuando constantemente está presionado a un cumplimiento exigente de tareas muchas veces alejadas de la docencia.

Una tercera lectura complementaria del problema tiene que ver con nuestra capacidad de empatizar en los contextos educativos. El proceso de enseñanza – aprendizaje muchas veces se aborda desde la sospecha, desde el individualismo y no desde la empatía. Por ejemplo, si un estudiante se acerca a decirle a un docente que no pudo realizar una actividad por diversos motivos (como es el caso del video que estamos analizando), es mucho más frecuente que la reacción del docente sea de sospecha más que de empatía y confianza. Esto hace que el proceso de enseñanza-aprendizaje se deshumanice.

Pero este no es un problema aislado. Por poner una analogía, nuestro sistema educativo es similar a una tubería con fisuras. Si la seguimos haciendo funcionar, de tanto presionar el agua hará que esta explote. No hace falta reparar las pocas fisuras, es necesario cambiar la tubería. O como alguna vez escuché decir a un educador: nuestra educación es como un barco que se está hundiendo, y se intenta parchar huecos sacando partes del otro lado del barco. Estamos permanentemente parchando huecos, pero no estamos viendo el problema en su amplitud. En el caso del sistema educativo, no basta con “innovar” alrededor de los problemas existentes; es necesario “transformar” la educación, si no seguiremos conviviendo con un sistema educativo agrietado, con huecos.

¿Qué salidas tenemos para evitar este tipo de confrontaciones como las del ejemplo que estamos analizando? Primero que nada, asumir la corresponsabilidad que tenemos como sociedad para el correcto despliegue de la educación. Esto pasa también por hacernos corresponsables del bienestar de estudiantes y docentes.

Es necesario además, que las instituciones educativas y los respectivos organismos rectores de la educación fortalezcan los sistemas de acompañamiento psicológico y de resolución de conflictos. Estar preparados siempre es un aporte importante en este tipo de situaciones.

Estas estructuras deben ayudarnos construir poco a poco los cimientos de una “alfabetización emocional”. Contar con estudiantes y docentes emocionalmente alfabetizados supone contar en las aulas con seres humanos capaces de reconocer y gestionar sus emociones y estados de ánimo, cuidando siempre del otro y de sí mismos. Nos invita a humanizarnos más, a comprender los contextos del otro, a valorar su presencia y aporte. Nos invita a valorar el error no como un indicador de fracaso, sino como una oportunidad de aprendizaje. Nos invita a construir escenarios de aprendizaje más horizontales y menos jerárquicos, pues aunque unos sean docentes y otros estudiantes, todos somos aprendices.

Pero este es solamente un punto de vista. Insisto, cuando abordamos temas como este debemos mirar la integralidad del mismo. Esto implica cuestionarnos nuestro sistema educativo en su totalidad. Entendemos que el problema (el del video) no solamente corresponde a un tipo de comportamiento determinado, sino a una estructura que permite un determinado funcionamiento de la educación. Esa no es la enfermedad, es el síntoma. Aunque mejoremos el bienestar docente y estudiantil, no resolveremos el gran problema que ahora afecta a la educación, y el día de mañana será otro o reaparecerá el mismo en otro lado del barco. Hay que dar un paso atrás y mirar los grandes problemas que nos incomodan en perspectiva.

 

 

 

 

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2 Comments

  1. Anónimo noviembre 15, 2023

    Interesante que dentro de los 3 puntos, el segundo sea el bienestar docente, eso habla que la experiencia mas los conocimientos del área te hayan hecho ver la problemática en su totalidad. En cierto modelo de educación superior se ubica en el centro del modelo ecológico al estudiante y muy poco se fijan en el bienestar docente.

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  2. Randy febrero 22, 2021

    Muy de acuerdo con tu perspectiva, a ello deberíamos agregar la falta de interés por parte de aprendientes al no querer esforzarse un poco más en un entorno social en donde se acostumbrados a tener todo de una manera más accesible , con mínimo de esfuerzo, y he allí las consecuencias no hay análisis a las decisiones que involucran no solo al estudiante-docenre sino todo un país, en donde no hay tendencias a reflexionar por las decisiones que enmarcan en el campo educativo y al querer cambiar parte del sistema podrías ser visto de una manera negativa tal vez con una propensión a no cumplir dichas normas.

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