Instrumentos como la marimba, platillos como el mondongo o el chimbo, o personajes como el “Abre Campo” en los carnavales del parachico, “la población afro metió las manos”, destacó el historiador Benjamín Lorenzana Cruz en la conferencia “La población afrodescendiente y sus aportes a la cultura chiapaneca” en el Museo Regional de Chiapas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
El investigador destacó la presencia desde las épocas de conquista y coloniales de las poblaciones negras en la entidad y cómo estas han permeado en las distintas regiones chiapanecas.
Si bien su investigación está centrada desde las aportaciones realizadas en las zonas del Istmo-Costa, en los municipios de Pijijiapan, Mapastepec y Tonalá, tierras conocidas como “el despoblado porque habían más vacas que gente”, y donde la mayoría de los trabajadores y pobladores fueron mulatos y negros a cargo de las haciendas de españoles.
También habló de la Ciudad Real, hoy San Cristobal de Las Casas, donde la población afro fue mayor que la española y donde se forjaron mitos, como el negro cimarrón. Esta población, dijo, se desarrolló como mayordomos, servidores del hogar y guardaespaldas personales, donde, incluso, hay documentos que refieren que “el negro del alcalde se mantuvo armado y sin herir a nadie”.
A su vez, eran compañías de monjas en los conventos, sobre todo en las cocinas, espacios donde se forjaron platillos como el mondongo, una palabra Bantú del centro de África, el chimbo y prácticas culinarias, como el uso excesivo de aceite en las cocinas o de colorantes como el achiote.
Dijo que estas “comidas fueron consideradas indignas para el español y que poco a poco pasó a formar parte de las mesas chiapanecas”. También en Cintalapa y en la Frailesca su presencia determinó bebidas como la taberna y la chicha.
Así como personajes de los que se adoptaron costumbres como las ballunqueras, “las formas en las que se carga el cesto en la cabeza, eso es muy africano”, determinó.
Sin embargo, su papel fue de esclavos y eran considerados como objetos y mercancías, y como tal se compraban, vendían y robaban. “El trabajo rudo lo hacen ellos”, dijo el investigador, quien agregó que profesiones como la charrería tienen origen en las culturas africanas; eran tan buenos que, sostuvo, fueron usados para pelear sobre caballos en la rebelión indígena de 1712.
Debido a esta agilidad, la mayor parte de la población se dedicó a la ganadería en las zonas costeras y que “por los rasgos que se tiene en estas regiones, se dice que somos morenos por el sol, pero no, es porque nuestros antepasados fueron mulatos”.
El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en su último censo agregó a la población afrodescendiente. El 1 % de los chiapanecos pertenece a este grupo, por lo que el investigador indicó que el racismo que persiste en contra de esta población da pauta a no reconocerse como tal.