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ANSIEDAD EN ESTUDIANTES UNIVERSITARIOS: ESTUDIO DE UNA MUESTRA DE ALUMNOS DE LA FACULTAD DE EDUCACIÓN
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REFERENCIA: Martínez-Otero Pérez, V.: “Ansiedad en estudiantes universitarios: estudio de una muestra
de alumnos de la Facultad de Educación”, en ENSAYOS, Revista de la Facultad de Educación de Albacete,
Nº 29-2, 2014. (Enlace web: http://www.revista.uclm.es/index.php/ensayos - Consultada en fecha (dd-
mm-aaaa)
ISSN 2171-9098 ∙ ENSAYOS. Revista de la Facultad de Educación de Albacete, Nº 29-2, 2014, (63-78) 63
ANSIEDAD EN ESTUDIANTES UNIVERSITARIOS: ESTUDIO DE
UNA MUESTRA DE ALUMNOS DE LA FACULTAD DE EDUCACIÓN
ANXIETY IN UNIVERSITY STUDENTS: STUDY OF A SAMPLE OF STUDENTS
OF THE FACULTY OF EDUCATION
Valentín Martínez-Otero Pérez
Facultad de Educación. Universidad Complutense de Madrid.
Recibido: 09/11/2013
Aceptado: 17/11/2014
Resumen:
Este trabajo pone de manifiesto la necesidad de investigar en el ámbito de la prevención
de la ansiedad. La muestra del estudio está integrada por 106 estudiantes de la Facultad
de Educación de la Universidad Complutense de Madrid, que cumplimentaron el
Cuestionario de ansiedad Estado-Rasgo (STAI). Los resultados revelaron un significativo
porcentaje de alumnos con ansiedad elevada. Los niveles altos de ansiedad en los
estudiantes de Educación tienen relevantes implicaciones que se extienden más allá del
contexto universitario. Los resultados son útiles para el análisis de la salud mental en el
ámbito universitario y como guía para planear nuevas prospecciones.
Palabras clave: Ansiedad, prevención, factores de riesgo, Universidad.
Abstract:
This study analyse the necessity of research in the area of prevention of anxiety. The
sample consisted of 106 college students of Faculty of Education from the Complutense
University of Madrid, who completed the State-Trait Anxiety Questionnaire (STAI). The
results showed a significant percentage of students with symptoms of anxiety. Unusually
high anxiety levels among education students have important consequences that are
likely to persist beyond the duration of higher education. The results are useful for
mental health analysis at university environments and to guide prospective studies.
Keywords: Anxiety, prevention, risk factors, University.

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1. Introducción
La ansiedad, al igual que sucede con la depresión, es uno de los trastornos
psicológicos más registrados en los centros de salud en población general y con mayor
presencia en el ámbito universitario (Agudelo, Casadiegos y Sánchez, 2008).
En el mundo del trabajo, especialmente si hay exposición a riesgos de diversa índole,
entre los que se incluyen los psicosociales (Rodríguez, 2009), se ha extendido la
preocupación por los problemas de ansiedad, estrés y depresión que se traducen
frecuentemente en bajas laborales. Estos trastornos no son exclusivos de los
trabajadores. Las nuevas exigencias, la competitividad, los cambios vertiginosos y, cómo
no, la crisis económica, especialmente virulenta en España, amenazan la salud mental
de muchos alumnos universitarios. Pensemos, por ejemplo, en la lamentable situación
del desempleo, profundamente ansiógeno y depresógeno, y que comienza a vivenciarse
antes de obtener la titulación universitaria y de buscar trabajo. En un significativo
número de estudiantes, sobre todo de los últimos cursos, hay mucho temor al paro, que
se acompaña también de tensiones y conflictos, expresión de malestar psicológico.
Hay otras situaciones en el ámbito universitario que pueden tener impacto negativo
en la salud mental y favorecer la aparición de ansiedad patológica. Como indican Arco,
López, Heilborn y Fernández (2005), el ingreso en la Universidad, por ejemplo, puede
conllevar significativos cambios en las actividades cotidianas de los estudiantes
(separación del núcleo familiar, aumento de responsabilidades, reevaluación de las
actividades que realizan, etc.). En sí mismo, el mundo universitario presenta unas
características y exigencias organizativas y académicas que en ocasiones conducen al
joven hacia reacciones adaptativas generadoras de ansiedad y considerable
perturbación psicosocial con disminución del rendimiento.
Ahora bien, no siempre se presta la debida atención a la salud mental de los alumnos,
menos aún si se tiene en cuenta que, en general, la juventud constituye un segmento
poblacional relativamente sano. Además, hay que celebrar el hecho de que los jóvenes
españoles de ambos géneros afirman sentirse muy felices o bastante felices en términos
generales, por encima del nivel promedio manifestado por los jóvenes consultados del
resto de países del entorno europeo (Injuve, 2013).
De cualquier modo, parece recomendable acercarse a la realidad de los jóvenes
universitarios desde la perspectiva de su salud mental (Pérez et al., 2011). Por ello, en
concreto, nos proponemos evaluar la presencia de ansiedad en los estudiantes y ofrecer
algunas pautas preventivas de cuadros de ansiedad en el mundo universitario.
2. Sobre el concepto de ansiedad
El concepto de ansiedad ocupa un lugar destacado en los estudios psicológicos, pero
todavía no se ha adoptado una definición única. El desacuerdo lleva en muchas
ocasiones a emplear como sinónimos términos como ‘angustia’, ‘estrés’, etc. Así pues,
el primer imperativo es aclarar qué se entiende por ansiedad. Tomando como referencia
a Miguel-Tobal y Casado (1999), al menos en parte, nos adentramos en este proceso de
discriminación terminológica:

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muestra de alumnos de la Facultad de Educación
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- Ansiedad y miedo. A menudo se ha definido la ansiedad como una emoción cercana
al miedo o como un subtipo de miedo. Uno de los criterios para diferenciar ‘ansiedad’ y
‘miedo’ es el de proporcionalidad. Según esta clave estimativa, el miedo sería una
reacción más proporcionada al peligro real que la ansiedad. Sea como fuere, Miguel-
Tobal y Casado (1999) consideran que ‘ansiedad’ y ‘miedo’ son sinónimos en la mayor
parte de los casos, aunque constatan en la literatura psicológica una preferencia por un
término u otro en función de la “peligrosidad real del estímulo”, ponderación ésta, por
otro lado, harto compleja, toda vez que la reacción personal depende más de la
percepción subjetiva que de la amenaza objetiva.
Por mi parte, y sin pasar por alto la complejidad discriminativa, considero, de
acuerdo a una posición ampliamente extendida, que la palabra ‘miedo’ debe reservarse
para designar la reacción emocional de temor ante un peligro concreto, real y preciso.
El término ‘ansiedad’, en cambio, se refiere al temor que se experimenta de forma
indeterminada, sin presencia de objeto. El miedo es estado timérico de objeto y la
ansiedad de sujeto.
- Ansiedad y angustia. Hay autores que diferencian entre angustia y ansiedad. A
grandes rasgos, la angustia sería el estado emocional caracterizado por el
sobrecogimiento, la inhibición y el predominio de los síntomas somáticos y viscerales,
mientras que la ansiedad se distingue por el sobresalto, la inquietud y la mayor riqueza
psíquica. Mas como bien dicen Miguel-Tobal y Casado (1999), en nuestros días al hablar
de ansiedad se hace referencia tanto a síntomas psíquicos o cognitivos como a físicos y
conductuales, que antaño se atribuían con preferencia a la angustia. Hoy más bien se
separan ambos conceptos según las orientaciones psicológicas. El término ‘ansiedad’ es
utilizado sobre todo por la psicología científica y el vocablo ‘angustia’ por la psicología
humanista y el psicoanálisis.
- Ansiedad y estrés. Entre ansiedad y estrés hay muchos elementos comunes, lo que
hace especialmente difícil su diferenciación. Creo, no obstante, que estamos en
condiciones de utilizar el término ‘ansiedad’ para referirnos a la experiencia interior de
inquietud y desasosiego carente de objeto. En la ansiedad el temor es difuso, vago. El
término ‘estrés’, en cambio, puede reservarse para designar la sobrecarga emocional
que se produce por una fuerza externa prolongada que pone al sujeto al borde del
agotamiento.
- Ansiedad y arousal. El arousal es una reacción del organismo ante cualquier forma
de estimulación intensa. Es el nivel general de activación, común a las distintas
emociones. La ansiedad, por su parte, podría definirse como el arousal provocado
específicamente por la percepción de peligro.
La proximidad de la ansiedad a otros conceptos, sobre todo al de estrés, complica
nuestra pretensión de calibrar en exclusiva su presencia en los alumnos universitarios.
Tampoco podemos pasar por alto la comorbilidad de la ansiedad con otros trastornos,
como la depresión. Como recuerdan Serrano, Rojas y Ruggero (2013), la ansiedad y la
depresión frecuentemente se solapan, de tal forma que en la práctica no es extraño
observar depresiones con una gran carga de ansiedad o cuadros de ansiedad
empañados con sintomatología depresiva. De cualquier modo, creo que estamos en
condiciones de señalar que las principales fuentes ansiógenas en los estudiantes son: el

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ambiente académico competitivo, la tecnificación, la sobrecarga de tareas, la falta de
relaciones sólidas con compañeros o profesores, el horizonte de desempleo, etc.
3. La ansiedad estado y la ansiedad rasgo
Spielberger, Gorsuch y Lushene (1997) diferencian entre ansiedad estado (AE) y
ansiedad rasgo (AR). La primera (AE) se conceptualiza como un estado personal o
condición emocional transitoria, que puede variar con el tiempo y fluctuar en intensidad,
y que se caracteriza por sentimientos subjetivos, conscientemente percibidos, de
tensión y aprensión, al igual que por una hiperactividad del sistema nervioso autónomo.
La segunda (AR) indica una relativamente estable propensión ansiosa en el sujeto en lo
que respecta a su tendencia a percibir las situaciones como amenazadoras y a elevar, en
consecuencia, su AE. En general, las personas con alta AR presentan una AE más elevada,
porque tienden a percibir muchas más situaciones como amenazadoras. En
consecuencia, los sujetos con elevada AR propenden a responder con un aumento de la
AE en situaciones de relaciones interpersonales que supongan alguna amenaza a la
autoestima. El que las personas que difieren en AR muestren unas correspondientes
desemejanzas en AE depende del grado en que la situación específica es percibida como
amenazadora o peligrosa, lo que está condicionado por las experiencias previas.
El hecho de que el concepto de rasgo informe de una peculiaridad personal
relativamente estable que lleva a responder de una determinada manera en distintas
situaciones, y que el concepto de estado remita a una condición personal fluctuante,
permite reparar en que no es lo mismo “ser ansioso” que “estar ansioso”. Aunque haya
relación, según queda dicho, en el primer caso puede hablarse de “personalidad
ansiosa” y en el segundo de “afectación ansiosa”. Llevado al contexto universitario
podemos pensar que aunque haya algunas situaciones particularmente ansiógenas para
la generalidad del alumnado, por ejemplo, los exámenes, habrá alumnos especialmente
predispuestos a percibir la vida académica, en su conjunto, como amenazante y
experimentarán ansiedad de manera relativamente constante. Asimismo, estos mismos
alumnos pueden presentar elevados estados de ansiedad ante situaciones específicas,
por ejemplo, intervenciones en clase, entrevistas con profesores, reuniones con
compañeros, etc. Comoquiera que sea, hemos de ser prudentes y enfatizar que la
relación entre la ansiedad rasgo y la ansiedad estado no asegura que un estudiante
“ansioso” tenga elevada ansiedad en momentos puntuales, por ej., en una tutoría, acaso
porque tiene significativa experiencia en situaciones parecidas o incluso porque pone
en marcha estrategias adecuadas de afrontamiento. De igual modo, un alumno que no
es particularmente “ansioso” puede experimentar mucha ansiedad en ciertas ocasiones.
Desde la perspectiva de la salud mental y en el marco de la clarificación conceptual
que nos ocupa, hay que hacer todo lo posible para que el ambiente institucional sea
vivenciado por los estudiantes de forma positiva. Pérez, Maldonado y Aguilar (2013),
además de confirmar con su investigación que las variables contextuales se asocian a la
salud mental, enfatizan la influencia que las universidades tienen y pueden tener en el
bienestar de su alumnado.

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Por desgracia, la fisonomía universitaria se asemeja en ocasiones a la de una
empresa pura, dura y oscura en cuyo seno “todo vale” para alcanzar las metas. En
alumnos apresados en entornos caracterizados por la excesiva presión, la endeblez
relacional y la competitividad/rivalidad, más aún si presentan una clara predisposición,
los niveles de ansiedad pueden disparase y con ellos su despliegue personal puede
adoptar un rumbo aberrante, distinguido por la inseguridad, la hipersensibilidad, el
temor o los problemas de adaptación. En esta línea, como recogen García-Ros, Pérez-
González, Pérez-Blasco y Natividad (2012), el hecho de que determinados síntomas
clínicos en estudiantes aparezcan como reacción a fuentes ansiógenas o estresores
identificables en el entorno universitario, lleva a insistir en la necesidad de diseñar
contextos y programas de prevención favorecedores de mayor salud mental en la
población universitaria.
4. La ansiedad en jóvenes universitarios
El número de alumnos de Grado y de primer y segundo ciclos (Diplomaturas y
Licenciaturas) en el curso 2012-2013 en las universidades españolas es de 1.450.036
estudiantes (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, 2013a). Este dato, aún
provisional, permite advertir que al hablar de juventud universitaria nos referimos a un
grupo de población heterogénea, tanto por la procedencia socioeconómica y la carrera
elegida como por las aficiones, la edad, las condiciones de salud, etc.
En este estudio, la juventud queda situada cronológicamente entre los 18 años y los
30 años, etapa en la que, en general, aún no hay emancipación plena, al menos en lo
que se refiere a disfrutar de independencia económica y de hogar propio. Esta falta de
autonomía suficiente se prolonga en nuestros días con la creciente dificultad de
insertarse plenamente en el mundo laboral, lo que puede llevar al joven a quedar
estancado en su proceso de despliegue personal o incluso a experimentar una regresión,
según se advierte en alguno de estos planos madurativos: afectivo, emocional, espiritual
y sociocultural (Alonso Fernández, 2008).
En el actual contexto de crisis económica aumenta la tasa de desempleo y también
entre los jóvenes, aunque pueda verse mitigado entre quienes tienen un título
universitario, pues se sabe que hay mejores expectativas de trabajo para los que
finalizan la enseñanza superior. Según datos del Instituto de la Juventud (Injuve, 2013) -
informe cuatrianual- el paro de los jóvenes es una de las lamentables consecuencias de
la crisis económica en España. De hecho, entre 2008 y 2012 se perdieron casi tres
millones de puestos de trabajo, que suponen una tasa de variación interanual del 15%.
Esta destrucción de empleo ha sido particularmente intensa en los jóvenes, los más
afectados por la crisis. Como resultado nos topamos con 922.001 jóvenes parados y una
tasa de desempleo juvenil entre los menores de 25 años en España del 53,2% en el 2012,
la segunda más elevada de la Unión Europea después de Grecia. La evolución del
desempleo por grupos de edad evidencia que los más castigados son los menores de 25
años. En lo que se refiere a los denominados “jóvenes adultos”, cuyas edades oscilan
entre los 25 y los 29 años, el desempleo presenta una tendencia similar, aunque con
unos valores significativamente inferiores a los del grupo de menor edad. Más
recientemente, en el primer trimestre de 2014, la Encuesta de Población Activa (EPA)

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del Observatorio del Injuve (2014), revela que el número de jóvenes parados de 16 a 29
años es 1.649.400.
Además de la amenaza del desempleo, una suerte de espada de Damocles que
gravita sobre los estudiantes, hay otras situaciones en el ámbito universitario que
pueden tener impacto negativo en la salud mental. En sí mismo, el mundo universitario
presenta unas características y exigencias organizativas y académicas significativamente
distintas a las de los niveles educativos anteriores, sobre las que el joven recién llegado
a la Facultad no siempre tiene información ni preparación suficiente. El ingreso en la
Universidad, por ejemplo, al igual que sucede con el tránsito del Colegio al Instituto,
constituye un momento crucial en la vida del estudiante. Como indican Pérez et al.
(2011), el ambiente universitario es exigente y cambiante para los alumnos que ingresan
en él, lo que puede impactar en su salud mental y en su desempeño académico. En
verdad, se trata de una experiencia nueva ante la que el alumno se halla más o menos
confuso y que exige poner en marcha habilidades personales de ajuste psicosocial.
Cuando éste no se produce, en ocasiones por falta de un programa institucional básico
de acogida y acompañamiento, es más probable que la situación se oscurezca y el
alumno quede desorientado, al tiempo que disminuye su rendimiento. La inadaptación
al entorno universitario, resultado de variables organizacionales o personales, a veces
da lugar a deserción. El coste humano, social y económico de la misma es muy elevado
y sería posible reducirla con hospitalidad a los estudiantes noveles, con la mejora de la
enseñanza universitaria y de las relaciones entre profesores y alumnos, así como con
servicios de asesoramiento personal, académico y vocacional-profesional.
En la caso de la ansiedad, es bien sabido que cuando se mantiene en unos niveles
equilibrados resulta beneficiosa, pues ayuda por ejemplo a afrontar los retos que se
presentan en la vida universitaria. Sin embargo, si es excesiva puede tener efectos
insidiosos en la trayectoria del estudiante, con descenso de su rendimiento académico,
deterioro de sus relaciones interpersonales y de su salud. La ansiedad, por tanto, cumple
una función adaptativa, pero también puede adentrarse en terreno patológico, cuando
el menoscabo psicosocial y fisiológico en la persona, ya por su duración, ya por su
intensidad, es significativo. Como dicen Bhave y Nagpal (2005), la ansiedad pasa a ser
una enfermedad cuando los síntomas son graves, penetrantes y duraderos, y cuando
interfieren en la vida cotidiana.
La sintomatología ansiosa que puede presentar un joven universitario, con arreglo al
planteamiento clásico del triple sistema de respuestas (Lang, 1968), puede advertirse en
el plano psicológico (miedo, aprensión, catastrofismo, desatención, etc.), fisiológico
(taquicardia, sensación de asfixia, temblor, hiperhidrosis, etc.) y conductual (abuso de
drogas, enfado, absentismo, deserción, etc.).
A la hora de explicar la aparición de la ansiedad patológica no cabe obviar que la
entrega al estudio en el contexto de la enseñanza superior con frecuencia conlleva
sacrificio y compromiso pleno, con lo que los universitarios suelen pasar algunas
estrecheces si se compara su situación económica y personal con la de los jóvenes
trabajadores. En el momento de redactar estas líneas hay que pensar además en los
recientes y endurecidos criterios para conseguir y mantener becas de estudio en España.

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Aunque los tiempos han cambiado notablemente, la dificultad discente ya queda
recogida en la literatura por Cervantes (1994), quien, a la par, vislumbra esperanzado
una mejoría sustancial en cuanto se culminan los estudios, algo que hoy, sin embargo,
se percibe mucho peor como consecuencia de la elevada tasa de desempleo juvenil.
Cervantes (1994) recuerda por boca de Don Quijote que, a pesar de la aspereza del
camino, cuando se alcanza el grado académico deseado muchos estudiantes acceden a
puestos de responsabilidad y ven compensados los sacrificios.
En el contexto de lo comentado, el objetivo principal del presente estudio es evaluar
la presencia de ansiedad en una muestra de estudiantes universitarios. Esta
investigación no tiene finalidad clínica sino prospectiva. La exploración proyectada
(screening) aspira a detectar tendencias o pistas que permitan extraer pautas
psicopedagógicas básicas que orienten la construcción de entornos universitarios
saludables.
5. Método
5.1. Participantes
La muestra está constituida por 106 alumnos (89 mujeres y 17 varones), con una
edad media de 22,09 años. Son estudiantes del primer curso del Grado de Educación
Social y del último curso de la Licenciatura de Pedagogía de la Facultad de Educación de
la UCM. En el alumnado de ambas titulaciones predomina el género femenino, lo que
explica que en la muestra haya mayoría de mujeres.
5.2. Instrumento
Se utilizó la adaptación española del “Cuestionario de Ansiedad Estado-Rasgo”
(State-Trait Anxiety Inventory, STAI; Spielberger et al., 1997). Se trata de un autoinforme
compuesto por 40 ítems que evalúa dos subescalas independientes de la ansiedad: la
ansiedad estado (AE) (condición emocional transitoria) y la ansiedad rasgo (AR)
(propensión ansiosa relativamente estable). Cada subescala se compone por un total de
20 ítems en un sistema de respuesta Likert de 4 puntos: nada, algo, bastante, mucho,
para la subescala AE, y casi nunca, a veces, a menudo, casi siempre, para la subescala
AR.
En muestras de la población española se han encontrado niveles de consistencia
interna que oscilan entre 0,90 y 0,93 en la AE, y entre 0,84 y 0,87 en la AR. De igual
modo, se han obtenido índices de validez concurrente aplicando junto al STAI un
instrumento que evalúa ansiedad y desajuste de la personalidad. Otras pruebas de
validez respecto a la estructura interna permiten identificar cuatro factores: ansiedad
estado afirmativo, ansiedad estado negativo, ansiedad rasgo afirmativo y ansiedad rasgo
negativo (Spielberger et al. 1997).
5.3. Procedimiento

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Una vez seleccionada la prueba, se aplicó de forma colectiva en el primer trimestre
del curso 2012-2013. Los participantes, después de recibir las instrucciones, accedieron
voluntariamente a cumplimentar el cuestionario, de forma anónima.
6. Análisis de datos
Tras seguir las normas de corrección del cuestionario y obtener las puntuaciones
directas se hallaron igualmente los percentiles. Se calcularon estadísticos de frecuencias
y porcentajes y se realizó la prueba T de Student para comparar medias. En concreto, se
realizó la prueba T de Student para muestras independientes, con objeto de comparar
las dos medias determinadas por género o especialidad. Para comparar la ansiedad
rasgo (AR) frente a ansiedad estado (AE) se realizó la prueba T de Student para muestras
relacionadas o pareadas.
Presentamos a continuación el percentil considerado alto en ambas escalas. Ante la
ausencia de indicadores en el manual de la prueba, se siguió un criterio racional que nos
llevó a situar el umbral de la ansiedad alta en un percentil ≥ 75.
- En la escala Ansiedad Estado, con un percentil ≥ 75, hay 14 sujetos (12 mujeres y 2
varones), lo que representa un 13,20% de la muestra.
- En la escala Ansiedad Rasgo, con un percentil ≥ 75, hay 17 alumnos (13 mujeres y
4 varones), esto es, un 16% de la muestra.
En lo que se refiere a la estadística descriptiva presentamos algunas tablas con datos
sobre ansiedad estado (AE) y ansiedad rasgo (AR) tanto en puntuaciones directas (PD)
como percentiles (PC):
Tabla 1: ESTADÍSTICOS DE GÉNERO
Género
N
Media
Desviación
típica
Error típ. de la
media
AE-PD Hombre
17
14,94
8,82
2,13
Mujer
89
20,16
9,95
1,05
AR-PD Hombre
17
17,12
8,82
2,14
Mujer
89
22,19
9,90
1,05
AE-PC Hombre
17
32,41
27,22
6,60
Mujer
89
42,73
27,18
2,88
AR-PC Hombre
17
39,53
31,38
7,61
Mujer
89
42,08
27,70
2,93

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Tabla 2: ESTADÍSTICOS DE ESPECIALIDAD
Especialidad
N
Media
Desviación
típica
Error típ. de
la media
AE-PD Pedagogía
35
19,34
8,56
1,44
Educación
Social
71
19,31
10,59
1,25
AR-PD Pedagogía
35
19,69
8,09
1,36
Educación
Social
71
22,21
10,60
1,25
AE-PC Pedagogía
35
43,03
24,86
4,20
Educación
Social
71
40,11
28,58
3,39
AR-PC Pedagogía
35
37,97
26,43
4,46
Educación
Social
71
43,49
29,01
3,44
Tabla 3: ESTADÍSTÍCOS DE GÉNERO EN EDUCACIÓN SOCIAL
Género
N
Media
Desviación
típ.
Error típ. de
la media
AE-PD
Hombre
8
11,75
6,36
2,25
Mujer
63
20,27
10,67
1,34
AR-PD
Hombre
8
15,50
7,54
2,66
Mujer
63
23,06
10,67
1,34
AE-PC
Hombre
8
22,75
21,93
7,75
Mujer
63
42,32
28,71
3,61
AR-PC
Hombre
8
35,63
27,99
9,89
Mujer
63
44,49
29,20
3,68
Tabla 4: ESTADÍSTICOS DE MUESTRAS RELACIONADAS,
ANSIEDAD ESTADO Y ANSIEDAD RASGO
N
Media
Desviación
típica
Error típ. de
la media
Par 1 AE-PD
106
19,32
9,93
0,96
AR-PD
106
21,38
9,87
0,96
Par 2 AE-PC
106
41,08
27,33
2,65
AR-PC
106
41,67
28,18
2,73

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Tabla 5: ESTADÍSTICOS DE MUESTRAS RELACIONADAS,
MUJERES
N
Media
Desviación
típica
Error típ. de la
media
Par 1 AE-PD
89
20,16
9,95
1,05
AR-PD
89
22,19
9,90
1,05
Par 2 AE-PC
89
42,73
27,18
2,88
AR-PC
89
42,08
27,70
2,93
Tabla 6: ESTADÍSTICOS DE MUESTRAS RELACIONADAS,
EDUCACIÓN SOCIAL
N
Media
Desviación
típica
Error típ. de la
media
Par 1 AE-PD
71
19,31
10,59
1,25
AR-PD
71
22,21
10,60
1,25
Par 2 AE-PC
71
40,11
28,58
3,39
AR-PC
71
43,49
29,01
3,44
Tras analizar los datos, cabe afirmar que:
- Hay diferencias significativas en los valores medios de las puntuaciones directas
correspondientes a la Escala de Ansiedad Estado, más altos en las mujeres que en
los varones (p=0.047) (tabla 1), especialmente en el alumnado de Educación Social
(p=0.031) (tabla 3).
- Se hallan diferencias significativas en los valores medios de las puntuaciones
directas correspondientes a la Escala de Ansiedad Rasgo, más altos en las mujeres
que en los varones (p=0.052) (tabla 1). En Educación Social encontramos valores
medios en las puntuaciones directas de Ansiedad Rasgo y en los percentiles de
Ansiedad Estado significativamente más altos en las mujeres que en los varones (p
< 0.10) (tabla 3).
- Los valores medios de las puntuaciones directas en Ansiedad Rasgo son
significativamente más elevados que los de Ansiedad Estado (p=0.017) (tabla 4),
especialmente en las mujeres (p=0.027) (tabla 5) y en el alumnado de Educación
Social (p=0.004) (tabla 6).
7. Discusión de resultados y conclusiones
Lo primero que llama la atención en esta investigación es que los valores medios de
las puntuaciones directas en Ansiedad Estado y en Ansiedad Rasgo sean más altos en las
mujeres que en los varones. A este respecto, Arenas y Puigcerver (2009) indican a partir
de diversas fuentes consultadas que las mujeres en edad reproductiva son más
vulnerables a desarrollar trastornos de ansiedad que los varones, aproximadamente
entre 2 y 3 veces más. Aunque en este mismo trabajo sus autoras se disponen a
presentar una panorámica de la investigación que se está realizando sobre los aspectos

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psicobiológicos que pueden contribuir a las diferencias de sexo en los trastornos de
ansiedad, en lo que se refiere a la prevalencia, los patrones sintomáticos y las respuestas
terapéuticas, no hay que obviar el influjo de las variables sociales en el predomino de
los trastornos de ansiedad en la población femenina.
Desde el punto de vista psicosociocultural es oportuno señalar que, pese a las
conquistas realizadas en materia de igualdad intergéneros, las mujeres continúan
soportando situaciones desventajosas cuando se las compara con sus compañeros
varones, lo que las hace más vulnerables a ciertos problemas de salud mental. Es incluso
posible que la discriminación por género se advierta en el hecho mismo de que sean
mayoría las mujeres que acceden a las Facultades de Educación para realizar las carreras
de Magisterio, Educación Social, Pedagogía y Psicopedagogía. Las profesiones a que
conducen estos estudios están claramente feminizadas, acaso porque siguen gravitando
sobre estas actividades educativas prejuicios anclados en la idea obsoleta de que las
cualidades requeridas para ejercerlas son sobre todo “naturales”, cuasi maternales, en
las que no se precisa cualificación laboral propiamente dicha, reservada para
ocupaciones típicamente “masculinas”. Según los últimos datos proporcionados por el
Ministerio de Educación, Cultura y Deporte (2013a), correspondientes al curso 2012-
2013, de todo el personal docente e investigador universitario (PDI) el 39,3% eran
mujeres y de ellas un 20,3% catedráticas. En lo que se refiere a la distribución del
profesorado de Enseñanzas de Régimen General no universitarias por género, los
últimos datos corresponden al curso 2011-2012 (Ministerio de Educación, Cultura y
Deporte 2013b), y se advierte que, de todo el profesorado, el 70,7% eran mujeres y el
29,3% hombres. Si nos centramos exclusivamente en los maestros de Educación Infantil
y Primaria, las mujeres constituían el 79,1% y los hombres el 20,9%.
Aun cuando nos movamos en un terreno conjetural, hay que seguir trabajando para
mejorar las condiciones académicas y socioprofesionales de las mujeres. No es
casualidad que cada vez se analice más, incluso en el sistema educativo (Díez, Terrón y
Anguita, 2009), el llamado “techo de cristal”, esto es, el límite máximo a que pueden
aspirar las mujeres en su carrera profesional, a menudo “invisible” y, por supuesto,
inexistente en el caso de los varones. Indudablemente el negativo impacto de este tope,
mixturado con el temor al desempleo o al subempleo, puede empezar a sentirse incluso
antes de haber finalizado los estudios universitarios, aunque los efectos psicológicos
concretos dependerán en gran medida de la personalidad de cada estudiante.
Sea como fuere, no podemos explicar de modo concluyente a qué se deben los datos
obtenidos en nuestra investigación. Será necesario seguir profundizando en estas
cuestiones, por ejemplo, a través de nuevos estudios sobre ansiedad en alumnos de
otras carreras. Entretanto se realizan estas investigaciones y se despejan las incógnitas
hemos de redoblar nuestro compromiso con las medidas asumibles por las
Universidades para prevenir la ansiedad excesiva. Compartimos de nuevo con García-
Ros et al. (2012) y con Pérez et al. (2013) la idea de que se ha de promover la salud
mental en la población universitaria.
Hemos encontrado también que los valores medios de las puntuaciones en ansiedad
son más altos en la titulación de Educación Social que en la de Pedagogía, dato quizá
explicable, al menos parcialmente, por el hecho de que la Educación Social, en el doble

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plano académico y laboral, cuenta con menor trayectoria oficial que la Pedagogía, lo que
probablemente se deja sentir en una mayor indefinición identitaria -acompañada de
ansiedad, siquiera sea latente y moderada- de sus estudiantes y profesionales. El hecho,
por otra parte, de que la realidad social, en su conjunto, sea más inestable que la escolar,
junto a la mayor confusión universitaria y laboral apuntada en torno al trabajo
socioeducativo, y, sobre todo, la observación, compartida con otros profesores y
pendiente de confirmación científica, de que aunque no haya un perfil psicológico único
en los alumnos de Educación Social, se advierte en ellos más actitud crítica y mayor
“insatisfacción” generalizadas con el statu quo que en los estudiantes de otras
titulaciones afines, v. gr., Pedagogía y Magisterio, también podrían ayudar a comprender
estos resultados, que no tienen por qué ser negativos.
En cuanto a los percentiles, cabe destacar el elevado número de alumnos (mujeres
y varones) con ansiedad alta. En la escala Ansiedad Estado un 13,20% de la muestra y en
la escala Ansiedad Rasgo un 16% de la muestra. Valga el rápido recordatorio, a partir de
lo consignado por Spielberger et al. (1997), de que el concepto de rasgo informa de una
relativamente estable propensión personal que lleva a responder de una determinada
manera en distintas situaciones, y que el concepto de estado remite a una condición
personal transitoria, lo que nos permite reparar en que no es lo mismo ser ansioso que
estar ansioso. Aun cuando hay evidente relación, en el primer caso, puede hablarse de
“personalidad ansiosa” y en el segundo de “afectación ansiosa”.
Esta investigación no tiene finalidad clínica sino prospectiva. La exploración realizada
(screening), en modo alguno infalible, aspira a detectar tendencias o pistas que permitan
extraer pautas psicopedagógicas básicas que orienten la construcción de entornos
universitarios saludables. A pesar de la prudencia que nos guía, no podemos dejar de
mostrar nuestra inquietud por el considerable número de alumnos de la muestra con
ansiedad alta en las dos escalas del STAI (Spielberger et al. 1997).
De forma general, es sabido que la ansiedad elevada se relaciona con factores
individuales, familiares, sociales y ambientales, sobre los que haremos un rápido repaso:
- Entre los factores individuales que aumentan el riesgo de que un alumno
universitario tenga problemas de ansiedad han de destacarse la escasa capacidad para
manejar los acontecimientos estresantes, la falta de habilidades sociales, el consumo de
alcohol u otras drogas, etc.
- En el ámbito familiar, la disfuncionalidad advertida en los conflictos, la violencia, la
ambivalencia emocional, el desamor, la falta de cohesión, la inseguridad y el estilo
parental anómico/negligente, autoritario o sobreprotector, la presencia de algún
familiar con enfermedad mental o física grave, los problemas económicos y las
condiciones asociadas al paro, etc., pueden acrecentar la ansiedad. Cuanto mayor es la
alteración de la convivencia en la familia más probable es que se deteriore la salud
mental de sus miembros. Por supuesto, el impacto del clima familiar en el desarrollo de
un trastorno de ansiedad depende de la propia personalidad del joven, al igual que de
la interpretación que realiza de lo acontecido y de su capacidad percibida para
afrontarlo.

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- Entre los factores sociales y ambientales de nuestras modernas sociedades hay que
pensar en el negativo impacto generalizado del estrés económico y profesional, a
menudo precedido del académico. Han de tenerse en cuenta también las situaciones de
incomunicación/aislamiento, como consecuencia del traslado de residencia del joven o
por las dificultades de adaptación psicosocial en la institución universitaria.
Con independencia del origen de la ansiedad elevada, hay que recordar con Balanza,
Morales y Guerrero (2009) que la aparición de niveles altos de ansiedad suele
acompañarse de procesos de desadaptación al entorno más cercano. Obviamente,
también puede suceder a la inversa, esto es, que la falta de adaptación suficiente al
entorno universitario dispare los niveles de ansiedad. En la práctica, ambos aspectos se
explican uno por otro recíprocamente, pues nos hallamos ante un proceso de
realimentación.
Ha llegado el momento de hablar de prevención de los niveles elevados de ansiedad,
porque en este terreno las Universidades pueden realizar una labor muy positiva, sobre
todo en lo que se refiere a la creación de un ambiente de trabajo y convivencia. Un
entorno institucional así ha de ser objeto de atención preferente por parte de
responsables educativos, profesores, alumnos y personal de administración y servicios.
Sobre la necesidad de cuidar el ambiente institucional, podemos parafrasear a García
Hoz (1991), al recordar que, informa del influjo educativo de la Facultad o Escuela en su
globalidad. En efecto, junto a la incidencia específica que cada elemento de la vida
universitaria -las asignaturas, los trabajos solicitados, los libros y materiales utilizados,
las instalaciones, las relaciones interpersonales, la estructura discursiva docente,
etcétera- tiene en el clima social del Centro, hay una influencia conjunta de los diversos
factores. El estado anímico promovido en cuantos trabajan, estudian y conviven en el
Centro Universitario explica en parte que se alcancen o no las finalidades formativas.
El ambiente tiende a estampar en los miembros de la comunidad universitaria una
particular manera de comportarse. Por eso, el clima social que cabe defender con objeto
de prevenir la ansiedad patológica y de fomentar el trabajo y la convivencia, se
caracteriza por las siguientes notas: la comunicación, la cordialidad, la racionalidad, la
moralidad, el compromiso, además de la estimulación cultural y científica. Estas
propiedades, aunque no constituyan plena garantía profiláctica de los trastornos de
ansiedad, sí promueven y refuerzan la integración psicosocial y la salud mental. De modo
concreto, también podemos pensar en el impacto que la metodología puede tener en la
ansiedad de los estudiantes. A este respecto, y con la debida cautela, porque es
necesario acumular información proporcionada por nuevos estudios, mencionamos la
investigación realizada por Sánchez, Parra, Sánchez, Montañés y Blanc (2006) a partir de
una muestra de alumnos de primer curso de Magisterio. En dicho trabajo se encontró
que la distinta metodología utilizada en una asignatura puede incidir en la ansiedad de
los alumnos y en su rendimiento. Con una metodología ECTS el nivel de ansiedad era
mayor a lo largo del curso que con una metodología tradicional. Los resultados
académicos fueron también más altos en el caso de los estudiantes que siguieron la
metodología tradicional.
En el tramo final de este artículo cabe expresar nuestra preocupación por la crisis
socioeconómica que nos azota con fuerza desde hace unos años. Esta negativa situación,

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que afecta a los estudiantes y a su salud mental, se advierte en las mayores dificultades
para acceder al mundo universitario o para mantenerse en él. Al hecho de que el futuro
profesional sea incierto se agrega el que un considerable número de jóvenes o sus
familias tienen muchos problemas para costear los estudios universitarios, cada vez más
caros. Nos hallamos en un contexto crecientemente ansiógeno al que la Universidad ha
de ser sensible. El impacto psicológico de la crisis en los estudiantes adquiere un carácter
complejo, con manifestaciones desemejantes según el alumno, pero puede afirmarse
que, en conjunto, impacta negativamente en la adaptación institucional, en el
rendimiento académico, en las relaciones interpersonales y en la maduración. Por todo
ello, finalizamos estas líneas apelando al buen hacer de nuestros representantes
políticos, pero también, como se planteaba en los párrafos precedentes, llamando la
atención de toda la comunidad universitaria para que se desplieguen estrategias
sociopsicopedagógicas ajustadas a la nueva realidad. Medidas, en suma, que, además
de prevenir la ansiedad patológica y otros problemas de salud, permitan que la
Universidad cumpla la elevada misión que tiene encomendada.
Por último, entre las limitaciones de este estudio, hemos de señalar las siguientes.
No se utiliza ningún cuestionario sociodemográfico. El número de participantes es
moderado. En la muestra, además, hay desproporción entre el número de mujeres y de
hombres, explicable por la asimetría existente en el alumnado de las titulaciones con
que se ha contado. En lo que se refiere a la especialidad, se comparan dos titulaciones
afines, pero distintas: Educación Social y Pedagogía, con estudiantes de cursos también
diferentes: 1º y 5º, respectivamente. No se ha controlado la metodología al impartir las
clases. En la muestra, el alumnado del Grado de Educación Social sigue una metodología
ECTS, mientras que los estudiantes de la Licenciatura de Pedagogía trabajan con
metodología tradicional.
Pese a las limitaciones señaladas, la investigación realizada confirma la existencia de
ansiedad elevada en parte significativa de la muestra y puede contribuir al fomento de
medidas preventivas de la ansiedad en el ámbito universitario. De cualquier modo, es
aconsejable realizar más investigaciones que no adolezcan de las limitaciones antes
señaladas y que, en definitiva, favorezcan la construcción de entornos universitarios
saludables.
Agradecimientos
Expreso mi agradecimiento a los estudiantes que constituyen la muestra de esta
investigación por haber accedido voluntariamente a realizar el cuestionario. También
agradezco al Dr. Pedro Cuesta su ayuda en el tratamiento estadístico de los datos.
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