10 de octubre de 2022


Nunca como ahora ha sido tan necesario priorizar la salud mental. El triple impacto del COVID-19, el cambio climático y las guerras y conflictos en curso exigen un altísimo peaje a nuestra población, tanto si se ve afectada de forma directa como indirecta.

La situación de la salud mental en todo el planeta es extremadamente preocupante. Antes de la pandemia, casi mil millones de personas ya sufrían algún trastorno mental diagnosticable, el 82 % de las cuales vivían en países de renta baja y media, y las personas con trastornos mentales graves morían entre diez y veinte años antes que la población general. Desde entonces, la pandemia del COVID-19 ha afectado a la salud y bienestar mental de muchas más personas, tanto las que ya padecían estos problemas como las que no, acentuando las deficiencias de los sistemas sanitarios y las desigualdades socioeconómicas. Se calcula que la pandemia ha incrementado entre un 25 % y un 27 % la prevalencia de la depresión y la ansiedad a escala mundial.

Los tratamientos y cuidados siguen siendo escasos, inadecuados, inaccesibles o demasiado caros, y la estigmatización extendida disuade a las personas de buscar ayuda. Se calcula que una de cada cuatro personas en todo el mundo padece algún trastorno psicológico, con un déficit de tratamiento que alcanza el 90 % en algunos países. Para empeorar más las cosas, la estigmatización y la incomprensión impiden a los propios afectados identificar las dolencias psicológicas propias y ajenas, así como pedir ayuda. Las violaciones de los derechos humanos siguen caracterizando a las instituciones y comunidades de todo el mundo, incluidos los servicios sanitarios. Además, incluso cuando los servicios tratan de cubrir los trastornos psicológicos, en la mayoría de los casos pasan por alto la salud psicológica y otras necesidades sociales.

A pesar de los datos disponibles sobre las repercusiones económicas de los trastornos psicológicos, y pese a las pruebas de la rentabilidad de toda inversión en salud mental, solo un promedio del 2 % del presupuesto destinado a la salud se asigna a la salud mental. Entre otras consecuencias, esto implica que sea insuficiente el número de trabajadores dedicados a la salud mental, que puede no superar la cifra de 2 por cada 100 000 habitantes en algunos países.

Aunque en los últimos veinte años se han producido grandes avances en la identificación del origen de las dolencias psíquicas y su tratamiento, son pocas las mejoras logradas en la cobertura y calidad de los servicios.

Entre sus numerosas actuaciones, en 2019 la Organización Mundial de la Salud (OMS) lanzó un programa pionero en este ámbito: la Iniciativa Especial para la Salud Mental. La Iniciativa Especial para la Salud Mental de la OMS surgió ante la necesidad de intervenir de modo sistemático e implantar programas orientados a largo plazo y dirigidos a transformar los sistemas de salud mental, integrar la salud mental en la cobertura sanitaria universal y conceder un carácter permanente a los cambios. La Iniciativa Especial para la Salud Mental de la OMS trata de ser un programa de ámbito mundial que, al menos, incluya la respuesta a emergencias de salud mental y apoyo psicosocial, y trate la salud mental desde una perspectiva de salud pública y refuerzo de los sistemas de atención psicosanitaria.

La Iniciativa Especial para la Salud Mental de la OMS es un proyecto ambicioso que pretende ampliar el acceso a la asistencia sanitaria a cien millones de personas más en doce países diferentes. Nueve de ellos ya se han adherido al programa: Bangladesh, Jordania, Paraguay, Filipinas, Ucrania y Zimbabue lo están desde enero de 2020, a los cuales se unieron Argentina, Ghana y Nepal en los dos años siguientes.

El Programa se centra en dos áreas de actuación principales en cada país: i) el impulso de la política sobre salud mental, protección y derechos humanos, y ii) el incremento de las intervenciones y servicios en entornos comunitarios de salud general y especializados. Estas estrategias prioritarias contribuirán a alcanzar los Objetivos Mundiales y la triple meta de los mil millones del Decimotercer Programa General de Trabajo 2019-2023 de la OMS y de la agenda de Cobertura Sanitaria Universal. También se trata de demostrar la transformación de los servicios de salud mental recomendados en el recientemente publicado Informe mundial sobre salud mental: Transformar la salud mental para todos (2022) y orientar a los Estados miembros sobre cómo lograr los objetivos del Plan de Acción Integral sobre Salud Mental (2013-2030)

Dévora Kestel, Directora del Departamento de Salud Mental y Abuso de Sustancias de la Organización Mundial de la Salud. Fotografía por cortesía de la autora.

Es importante señalar que, aunque la Iniciativa Especial para la Salud Mental de la OMS se concibió antes del surgimiento de la pandemia del COVID-19 y el comienzo de la guerra de Ucrania, se ha revelado fundamental en la respuesta a ambas crisis. Como era previsible, el mayor desarrollo de los sistemas de salud mental mejoró la capacidad de los países para atender las necesidades de salud mental surgidas con dichas crisis y les permitió diseñar y ejecutar estrategias de actuación con mayor celeridad.

La Iniciativa Especial para la Salud Mental de la OMS ha logrado avances constantes y positivos en la mayoría de los países participantes, ampliando gradualmente los servicios y favoreciendo los cambios. Proporciona orientaciones y herramientas objetivas, prestando especial atención a los colectivos más vulnerables (mujeres, niños, jóvenes, ancianos y refugiados) y a los principios internacionales de derechos humanos como base para la reforma de las políticas, estrategias y leyes sobre salud mental, al tiempo que incide en el refuerzo de los sistemas de atención psicosanitaria para lograr cambios duraderos a largo plazo. 

Otro acontecimiento que se celebra en este Día Mundial de la Salud Mental es el Informe mundial sobre salud mental de la OMS. El primer informe de este tipo en veinte años propone un plan para los gobiernos, los docentes, los profesionales sanitarios, la sociedad civil y cualquiera que desee ayudar al mundo a transformar la salud mental. En él se establecen las prioridades que todos ellos han de adoptar para mejorar nuestra salud mental y contribuir al desarrollo de la sociedad. Partiendo de los datos más recientes disponibles, el informe presenta ejemplos de buenas prácticas en todo el mundo para demostrar qué es lo que funciona. Mediante el testimonio de personas que han experimentado trastornos psicológicos, desarrolla un sólido discurso para justificar la necesidad del cambio.

El informe explica el porqué de los cambios, destacando dónde son más necesarios y cómo se pueden conseguir. Su objetivo es que las distintas partes interesadas colaboren para incrementar la atención y prioridad que se presta a la salud mental, modificar los entornos que influyen en ella y reforzar los sistemas que cuidan de la salud mental de las personas. Esto se puede conseguir poniendo en práctica el Plan de Acción Integral sobre Salud Mental, que contiene actuaciones claras dirigidas a promover la salud y bienestar mental de toda la población, a mejorar las condiciones de salud mental de las personas más vulnerables y a lograr la cobertura universal de los servicios psicosanitarios.

Las personas que padecen trastornos psicológicos siguen estando más expuestas a sufrir maltrato físico y emocional, exclusión de la educación y del trabajo y otras violaciones de los derechos humanos. Es fundamental que todos elevemos el listón de las conversaciones sobre salud mental. No podemos escudarnos en la excusa de la estigmatización. Solo con la colaboración y la fusión en un espíritu de colectividad podemos mejorar el estado de la salud mental en el mundo.

El lema de la OMS de este año (hacer de la salud y bienestar mental una prioridad mundial para todos) ofrece a los gobiernos y demás partes interesadas la oportunidad de adoptar las orientaciones que proporcionan recursos como el Informe mundial sobre salud mental de la OMS. Nos hallamos en un momento crucial, ya que, con la perspectiva de haber concluido la fase crítica de la pandemia, ahora tenemos la ocasión y las herramientas para cambiar las cosas de verdad.

 

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