Logo de Excélsior                                                        

Business as usual

Pascal Beltrán del Río

Pascal Beltrán del Río

Bitácora del director

El breve lapso que transcurrió entre el anuncio de la visita a México del candidato presidencial republicano Donald Trump y su llegada a la capital del país no permitió sacar conclusiones razonablemente meditadas sobre qué podría significar la invitación que le había extendido el presidente Enrique Peña Nieto y por qué el magnate vuelto político había decidido aceptarla de manera tan precipitada.

Yo mismo la leí, de bote pronto, como un error del mandatario mexicano, pues no veía –y aún no veo– el provecho personal que podría sacar al reunirse con un hombre que genera un amplio rechazo en México por las cosas espantosas que ha dicho sobre este país y sus habitantes.

No veía, y sigo sin ver la conveniencia de meterse en la campaña electoral estadunidense.

Mucho menos invitar a Trump a Los Pinos, entre otras razones porque su campaña electoral ha caído tan bajo que sólo un milagro –como escribí aquí hace un mes– podría llevarlo a la Casa Blanca.

La consideración de matices en esta historia, que es parte central del trabajo periodístico, fue obnubilada por el torrente de mensajes en las redes sociales que pagaron con insultos la majadería de Trump y señalaron al Presidente de México como torpe por haberlo invitado.

Así como la enorme mayoría de los mexicanos se había unido en el elogio de Juan Gabriel y el pesar por su repentina muerte, ahora volvió a coincidir en el repudio de la presencia de Donald J. Trump en suelo mexicano.

El problema de esas unanimidades es que rechazan cualquier opinión u enfoque que se salga ligeramente de la manada. Y por eso no fomentan la toma de posturas reflexivas.

Como a mí no me interesa quién resulte elegido presidente (o presidenta) número 45 de Estados Unidos, y como tampoco me importa –pues soy periodista y no militante político– si Peña Nieto logra salir o no del sótano de la impopularidad, dejé que pasaran las horas y se asentara el polvo para pensar qué pudo haber estado en la cabeza del Presidente al tomar una decisión tan arriesgada.

Es cierto, Trump no es el primer candidato presidencial estadunidense en reunirse con un Presidente de México: ya lo hizo John McCain en julio de 2008, cuando lo recibió Felipe Calderón. Pero Trump no es McCain, ni de lejos. Lo que hizo Peña Nieto fue jugar con fuego.

Visto lo que sucedió ayer en Los Pinos –y sin saber aún qué reseña haría Trump de la reunión, en su discurso sobre migración en Phoenix–, pienso que hay una sola posibilidad de que la invitación no haya sido producto de inconsciencia o la espontaneidad: atenuar el efecto de la turbulencia económica que provoca dicha candidatura y cuyos efectos México está pagando.

Con razón o sin ella, los mercados están aterrorizados por la posibilidad de que Trump se instale en el Salón Oval. Y perciben a México como la primera víctima de ese escenario.

Quiero creer que Peña Nieto vio en la posibilidad de aparecer al lado de Trump un mensaje para los mercados: así serían las cosas –normales– después de que el empresario tomara posesión de la Casa Blanca.

Por supuesto, nada quita el costo personal, en términos de imagen, pero mantener el delicado equilibrio que vive la economía mexicana debe valer más que unos puntos en las encuestas.

Si logramos separar en nuestras mentes la parte política y la sentimental de los cálculos que hacen los mercados –que no saben ni quieren saber de nacionalismos ni xenofobias–, quizá Peña Nieto haya logrado transmitir a los factores de decisión de la economía que el 21 de enero de 2017, un día después de que tome posesión el próximo inquilino de la Casa Blanca, las cosas entre México y Estados Unidos serían business as usual.

Habrá que observar lo que pasa en los próximos días y semanas en materia económica, pero lo cierto es que Trump, por decirlo coloquialmente, le bajó dos rayitas a su retórica de campaña y no incurrió en la tremenda soberbia que acostumbra cuando habla de México.

¿Qué no me gustó del encuentro en Los Pinos? La oportunidad perdida de Peña Nieto para referirse al muro fronterizo propuesto por Trump.

Creo que hubiera sido necesario decirle al huésped –sin rodeos y sin necesidad de caer en una competencia de gritos– que las cosas no se arreglan encerrándose. Frases así también complacen a los mercados.

Comparte en Redes Sociales

Más de Pascal Beltrán del Río